

En el terrible temblor de 1985, se vinieron al suelo construcciones mal cimentadas y mal hechas.
El subsuelo del D.F., parte de él construido sobre el lago de Texcoco, hizo que el drama se volviera dantesco. Una gran parte de los edificios mal cimentados, se cayeron como el famoso Hotel Regis que se convirtió en ruinas en la Alameda Central.
También fue la sepultura de bastantes ciudadanos y niños, recién nacidos el Hospital General que se encontraba en la calle de Cuauhtémoc.
Estos edificios construidos por Organismos gubernamentales, se encuentran mal construidos ya que, funcionarios corruptos, obligan al constructor a dar el “moche” de por lo menos el 10% del valor del
contrato de construcción.
Obligado a entregar una obra, sin cumplir con las estrictas reglas que se requieren para construcciones en la ciudad de México, resulta muy peligroso para los habitantes del D.F., a los que nadie indemniza, porque nadie se hace responsable.
El funcionario que exigió el “moche”, se encuentra en su mansión (esa si bien construida), y sin sentirse responsable de las vidas perdidas en el siniestro y sin
remordimiento alguno.
Los habitantes del D.F., ya saben que tienen que salir corriendo a la calle, si se encuentran dentro de algún edificio construido por el gobierno, en el caso de un temblor.
Lo anterior se vio reflejado en la explosión de una pipa de gas hace dos días, que destruyó un edificio como si lo hubieran dinamitado, pues el concreto de sus columnas no resistió el estallido, y eso no es normal pues refleja un concreto muy pobre de cemento, en un área demasiado grande.
Y sin ser un experto en construcciones, si podemos comparar los daños ocasionados por un bombardeo que ocasionan explosiones en las guerras, que acaban con edificios enteros.
En conclusión, el hospital que destruyó la pipa de gas que explotó, estaba mal construido y se debe buscar responsabilidad, no sólo en el transporte sino también el constructor por haber aceptado como buena la
obra terminada.
Sería muy aconsejable que se sentara el precedente de aprobar las obras terminadas, con la labor de un experto que autorizara su uso, y obligado a que se cumpla con el reglamento de construcción vigente en la
capital del país.
Una pipa de gas no alcanza a terminar con un edificio y dejarlo como quedó el sanatorio donde hubo: tres muertos y
más de 70 heridos.
Dejemos de hacernos tarugos y pongámonos las pilas, haciendo valer la ley si es que deveras queremos combatir la corrupción antes de que seamos el país más corrupto del mundo. Ya estamos en el segundo lugar,
nos falta poco.
JUAN BUENO LAZARO
