


De la redacción
El Buen Tono
Niccolò Machiavelli, conocido en español como Maquiavelo, nació en Florencia el 3 de mayo de 1469, en una época marcada por el ascenso de Lorenzo de Medici. Desde niño fue testigo directo de los juegos de poder que marcarían no solo su vida, sino también su visión política.
Proveniente de una familia con recursos modestos pero culta, se formó con los clásicos como Cicerón, Tucídides y Tito Livio, lo que forjó su pensamiento crítico sobre la moral y el ejercicio del poder.
En 1498, tras la caída del predicador radical Girolamo Savonarola, Maquiavelo alcanzó el cargo de segundo canciller de Florencia, encargado de la política exterior y los asuntos militares. Su mayor éxito fue la reconquista de Pisa en 1509, aunque sus fracasos también le enseñaron que la política estaba marcada por alianzas frágiles y traiciones constantes.
La derrota de Florencia en 1512 y el regreso de los Medici truncaron su carrera: fue arrestado, torturado y posteriormente liberado gracias a una amnistía papal. Exiliado en su finca de San Casciano, se dedicó a escribir. Fue ahí donde comenzó a plasmar sus ideas más célebres.
En 1513 redactó El Príncipe, obra que revolucionó el pensamiento político al plantear que el poder debía ejercerse de manera práctica y sin depender de ideales morales. Aunque condenado por la Iglesia y mal recibido en su tiempo, el tratado se convirtió con los siglos en referencia obligada. La célebre frase “el fin justifica los medios” nunca fue escrita por él, sino atribuida posteriormente.
Sus últimos años estuvieron marcados por intentos fallidos de recuperar su lugar en la política. Murió en Florencia en 1527, tras la expulsión definitiva de los Medici, y fue enterrado en la basílica de Santa Croce.
Hoy, Maquiavelo es visto tanto como un cínico del poder como un pensador lúcido que describió con crudeza la realidad política de su tiempo. Su legado sigue vivo, recordando que, en la historia, ser amado o temido no siempre depende de la virtud, sino de la supervivencia en el poder.

