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Mercenarios colombianos en México: Los entrenadores invisibles del CO

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AGENCIA

Nacional.- La guerra del narcotráfico en México ha escalado a un nuevo nivel con la participación de un actor silencioso pero letal: Los mercenarios colombianos. Ya no se trata de casos aislados. Una investigación de El País revela que los principales cárteles mexicanos -CJNG, Los Viagras, La Familia Michoacana y los Cárteles Unidos- han adoptado una estrategia sistemática: reclutar a exsoldados colombianos con entrenamiento de élite para operar como instructores, estrategas y especialistas en explosivos.

Con edades que oscilan entre los 22 y 42 años, estos exmilitares llegan desde Colombia con una sola misión: profesionalizar la guerra del narco. Entrenan sicarios en el uso de fusiles AK-47, AR-15 y armas Barret calibre .50; enseñan técnicas para fabricar explosivos y colocar minas antipersonales, y replican las tácticas que dominaron durante décadas de conflicto interno en su país.

Los campos de guerra en México

Los entrenadores han sido detectados en campamentos ubicados en el llamado “triángulo de la muerte” -Guanajuato, Jalisco y Michoacán- y también en zonas clave del norte como Chihuahua, Durango y Sinaloa. Ahí, bajo el amparo de los grupos criminales, imparten entrenamiento intensivo en maniobras militares, ejercicios de tiro y acciones de sabotaje.

El 27 de mayo de 2025, la brutal eficacia de esta cooperación quedó al descubierto: Ocho soldados del Ejército mexicano murieron tras pisar una mina artesanal en Los Reyes, Michoacán. Dos días después, el 29 de mayo, un operativo militar detuvo a 17 personas en la misma región, entre ellas 12 ciudadanos colombianos, 10 de los cuales eran exmilitares. Se les incautaron armas de alto poder, más de 900 cartuchos útiles y equipos tácticos.

¿Por qué colombianos?

El reclutamiento se aprovecha del contexto socioeconómico de Colombia. Muchos soldados se jubilan tras 20 años de servicio con pensiones cercanas a los 650 dólares mensuales. Los cárteles mexicanos les ofrecen sueldos de hasta 2 mil 500 dólares, alojamiento y alimentación incluidos. Además, los colombianos no necesitan visa para ingresar a México, lo que facilita su llegada bajo la apariencia de turistas.

Estos hombres han combatido en selvas, ciudades y conflictos internacionales. Algunos han servido en Haití, Ucrania o bajo banderas paramilitares. Su experiencia en guerras irregulares los convierte en activos codiciados por el crimen organizado mexicano.

La historia de una infiltración silenciosa

La presencia de estos mercenarios no es nueva. Desde 2008 hay reportes de exmilitares colombianos al servicio de los cárteles. En 2021, el asesinato de Hipólito Mora en Michoacán incluyó el uso de explosivos improvisados, lo que ya entonces apuntaba a un entrenamiento más sofisticado. Para 2023, las autoridades detectaron un aumento inusual de colombianos entrando por vuelos Bogotá-CDMX.

La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia en octubre de 2024 trajo consigo una nueva estrategia de seguridad, pero el fenómeno de los entrenadores extranjeros ya había echado raíces. El ataque mortal a soldados en mayo de 2025 fue un punto de quiebre que obligó a las autoridades a reconocer la gravedad del problema.

¿Y ahora qué?

Aunque las autoridades han respondido con operativos y detenciones, la infiltración de exmilitares colombianos en el crimen mexicano representa una amenaza estructural. No se trata solo de mano de obra extranjera, sino de un “know how” militar que ha transformado a los sicarios en combatientes entrenados.

El desafío ya no es solo detener a los cárteles, sino frenar la militarización de su estructura operativa. La guerra contra el narcotráfico en México se libra hoy con una nueva clase de soldados: los que llegan del sur, con uniforme invisible, entrenamiento letal y un contrato criminal que no conoce fronteras.

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