


De la redacción
El Buen Tono
Tomar alcohol rápido no te hace más feliz, solo te pone en riesgo. El proceso es simple: el alcohol pasa del estómago al intestino, de ahí a la sangre y finalmente al cerebro, donde libera dopamina, la sustancia que nos hace sentir placer. Pero si consumes demasiado y muy rápido, el cerebro hace “cortocircuito” y aparecen los efectos indeseados: pérdida de coordinación, olvidos, vómito y hasta desmayos.
La clave está en la cantidad y la velocidad. Según expertos, el cerebro puede procesar de manera óptima alrededor de una copa y media por hora. Superar este límite conduce al conocido “binge drinking”, responsable de más del 85% de los accidentes relacionados con el alcohol, y afecta principalmente a bebedores sociales, no a alcohólicos.
Otro dato sorprendente: un shot de tequila, una cerveza y una copa de vino contienen prácticamente la misma cantidad de alcohol, alrededor de 17 ml. Por eso, más que el tipo de bebida, lo importante es respetar el ritmo y permitir que el cuerpo elimine el alcohol a medida que lo consumes.
La recomendación es clara: beber despacio, hidratarse y conocer cómo funciona tu cuerpo con el alcohol. No se trata de eliminar la diversión, sino de disfrutarla sin poner en riesgo tu salud ni tu seguridad.

