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Nada qué festejar…

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Los análisis sobre Brasil van y vienen. Todos están cargados de verdades completas o parciales y buscan develar las razones profundas de una movilización social opositora tan sorprendente como inesperada. En la superficie, Brasil era un cuento de éxito. País miembro de los BRIC (Brasil, Rusia, India, China), era catalogado como el “país-motor” de la economía sudamericana, muy adelante de México en dinamismo y fuerza económica.  Signos recientes desmentían esa versión (acelerada inflación, caída en importaciones, poca exportación industrial, tipo de cambio tambaleante, cero expansión de la oferta laboral) hicieron que el gobierno del PT fuera víctima de su propio éxito: el crecimiento importante de su clase media. Las clases medias nuevas en Brasil sienten que medidas económicas (por ejemplo, el aumento al costo del transporte público) ponen en riesgo su estancia en ese nuevo estrato social. Luego se sumaron las inquietudes de otros sectores sociales: corrupción gubernamental, descrédito de los partidos políticos, deficiente atención a la salud y educación, servicios urbanos, excesivo gasto en justas deportivas internacionales. Mientras la presidente Rousseff se reúne con los 26 gobernadores de los estados que conforman ese país, las redes sociales convocan a una huelga nacional el 1 de julio.

Según una encuesta de Ibope, 75% de los brasileños apoyan las protestas.

¿Es México susceptible a un movimiento social de protesta parecido?

El presidente Peña Nieto cometió un error grave al anunciar, en el extranjero, una profunda reforma de Pemex, incluyendo una modificación constitucional en materia energética. Desubicó, inmediatamente, el debate energético mexicano, al crear la impresión de que el anuncio se hizo para agradar al oyente global. Las encuestas dicen, en este momento, que una minoría importante de ciudadanos (8%) rechaza activamente la apertura de Pemex al capital foráneo y que no es tema para la mayoría de mexicanos. Sin embargo, es un tema altamente volátil, como lo hemos visto en el pasado, y errores como el cometido por Peña pueden cambiar radicalmente el entorno social y nacional ante un viraje importante en la política energética. Por ejemplo, según una encuesta reciente de Parametría, 68% de los mexicanos se oponen a la nueva ley aprobada por el Congreso, que permite la venta de playas a extranjeros, mientras sólo 22% está a favor. Es cierto que no hay un fervor nacional sobre el tema de la venta de playas a extranjeros, pero lo podría haber si fuese visto como “la venta del país” al extranjero. Tal y como lo podría haber en el caso de los energéticos, siendo un asunto mucho más sensible e importante que las playas.

Junto con el tema energético (que significaría una reducción de los impuestos que paga Pemex al erario), coincide que se vive una desaceleración económica del país, haciendo añicos el “Mexican Moment”, y creando un hoyo impositivo adicional en los ingresos nacionales. Ante ello, se pretende aprobar una reforma fiscal que significa, en esencia, que los mexicanos pagaremos más impuestos. Obviamente se resucitará el debate sobre IVA a alimentos y medicinas, aunque sea matizado. Teóricamente debiera haber un sensato intercambio: más impuestos a cambio de mejores y más eficientes servicios públicos, sin corrupción.  Sin embargo, tomando como ejemplo lo que acaba de suceder en el DF (el GDF autorizó un aumento a las tarifas del transporte público, sin obtener compromiso alguno de los concesionarios por mejorar el servicio), es de dudarse que la teoría se pondrá en práctica. 

Este escenario bien podría precipitar un ambiente de conflicto y confrontación en la sociedad mexicana. El Pacto por México no será un escudo protector contra la inconformidad que podría surgir de este escenario, y la polarización social se manifestará de muchas formas. Por supuesto que hay grupos políticos que buscarán crecer en este entorno de fermento social. Y la sociedad mexicana tendrá que decidir qué costo está dispuesta a pagar por aceptar, o rechazar, la transformación que se proyecta, en función de su utilidad para mejorar el bienestar de todos los mexicanos.

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Columnista ignorante

Carta dirigida por Carlos Alazraki al ex juez de la Suprema Corte de Justicia, Genaro David Góngora