


AGENCIA
Tampico.- En Tampico, entre los ríos y lagunas que definen su identidad, se libra una batalla silenciosa por el alma de la ciudad. De un lado, las nutrias, criaturas juguetonas que representan el origen etimológico del puerto -“lugar de perros de agua”- y que desde los años setenta figuran en el escudo municipal como emblema de pertenencia. Del otro, los cocodrilos, reptiles imponentes que se han multiplicado y convertido en una presencia cotidiana, temida y al mismo tiempo admirada por locales y visitantes.
Mientras las nutrias sobreviven escondidas en rincones como la Vega de la Escondida, resistiendo entre basura y motores de lancha, los cocodrilos dominan sin esfuerzo. En la laguna del Carpintero, el Chairel y prácticamente cualquier cuerpo de agua de la zona, basta asomarse para verlos flotar como guardianes inmóviles. Cada temporada de lluvias, más de 70 ejemplares son retirados de calles, patios y hasta playas por personal de Protección Civil, confirmando su omnipresencia.
Una especie en riesgo de olvido
Las nutrias son, en cambio, un símbolo que la mayoría de los tampiqueños solo conoce de murales o de anécdotas de sus abuelos. Su rastro es tan escaso que, si se pregunta a los habitantes si alguna vez vieron una en libertad, la respuesta más común es negativa. Los avistamientos documentados en los últimos años son contados: en 2015, en un canal pluvial que desemboca en la laguna del Chairel; en 2019, cuando se halló muerta una en el mismo cuerpo de agua; y en 2020, durante la pandemia, cuando se dejaron ver en el río Pánuco, entre Tamaulipas y Veracruz.
La Dirección de Ecología de Tampico reconoce la urgencia de saber cuántas nutrias quedan en la región. Su titular, Yahaira Sarahí Cruz Aguilar, anunció el inicio de un censo este 30 de agosto en la laguna del Chairel, con el fin de ubicar hábitats, contabilizar individuos y, eventualmente, impulsar recorridos turísticos y acciones de conservación.
“Rara vez se encuentran, pero queremos identificar con precisión dónde están y qué posibilidades hay de protegerlas”, señaló.
Memoria e identidad en disputa
El cronista adjunto Francisco González Alcocer recuerda que fue en los años setenta cuando empresarios locales gestionaron la inclusión de la nutria en el escudo municipal, apelando a su carácter endémico y al origen etimológico del nombre de la ciudad. Medio siglo después, el símbolo sobrevive más en el papel que en la naturaleza.
Mientras tanto, los cocodrilos se imponen como una realidad insoslayable: turistas acuden con curiosidad a observarlos, los pobladores conviven con ellos con respeto y las autoridades refuerzan protocolos para evitar ataques.
El dilema trasciende lo biológico: ¿a qué especie pertenece el trono simbólico de Tampico? A la nutria, tierna y entrañable, que aún inspira murales, canciones y campañas municipales, aunque casi nadie la vea en vivo. ¿O al cocodrilo, fiero y omnipresente, cuya presencia condiciona la vida urbana y turística del puerto?
Recuperar la imagen perdida
El censo de nutrias en el sistema lagunario del Chairel será el primer esfuerzo formal de un gobierno local para rescatar a la especie como parte de la identidad de Tampico. El proyecto incluye reactivar la Casa de la Naturaleza como centro de educación ambiental y punto de partida para recorridos hacia la Vega de la Escondida, un área natural protegida donde persiste esta fauna.
Con ello, las autoridades buscan no solo evitar que la nutria se extinga en la memoria colectiva, sino también reforzar la idea de que la biodiversidad puede ser motor de arraigo y turismo sustentable.
Por ahora, la ciudad sigue dividida entre dos símbolos: El recuerdo casi invisible de los “perros de agua” y la presencia ineludible de los cocodrilos, que ya parecen haber conquistado no solo las lagunas, sino también el imaginario de un puerto obligado a convivir con su fauna.

