in

Observaciones de Profeco

PUBLICIDAD publicidad PUBLICIDAD

1. Carga gasolina antes de que se termine tu reserva. En promedio un vehículo puede circular 40 kilómetros con la gasolina que le quede en la reserva de su tanque. Para tener un comparativo de lo que cargas, procura comprar gasolina antes de que llegues a la reserva. Así te darás cuenta cuánto sube el indicador y verifica en las siguientes ocasiones que siempre suba al mismo punto con la cantidad de litros que solicites.

 

2. Mucho ojo. Los dispensarios operan a través de un software que puede ser alterado de manera especializada. “El despachador no puedo hacerlo por sí solo”. Verifica que siempre marque en ceros el display antes de que te sirvan el combustible y que el precio corresponda al incremento registrado en el mes.

 

3. Pide un ticket o nota de tu compra. Cuando compres gasolina pide tu ticket, nota o factura si detectas anomalías, de esta manera la Profeco realizará la inspección correspondiente a la estación. “Las denuncias anónimas no funcionan”.

 

4. Revisa los hologramas. En la parte de enfrente de los dispensarios o despachadores de gasolina, junto al display, deben estar colocados unos hologramas del 2014 de Profeco o de la Unión de Verificación Acreditada (UVA), que indican que los dispensarios están debidamente calibrados.

 

5. No midas la gasolina en garrafones de plástico. El plástico es un material que con el calor se deforma, si cargas gasolina a través de un garrafón con estas características, eventualmente podrás notar que le cabe más o menos combustible, pero así no tendrás la certeza si la gasolinera te está robando o no.

 

6. Fugas y goteras. Verifica que alrededor del dispensario no exista humedad, porque la manguera puede tener fugas o podría gotear. No obstante, la norma oficial que rige a todas las gasolineras permite que exista una tolerancia en cada carga de 100 mililitros, más o menos, del combustible solicitado por el cliente.

CANAL OFICIAL PUBLICIDAD PUBLICIDAD

Sólo 8 gasolineras dan litros completos

LA “ÉTICA” PRIISTA