Adriana Estrada
El Buen Tono
ORIZABA.- La colocación de una ofrenda para el Día de Muertos, de los rituales más emblemáticos de México, implica una meticulosa preparación que inicia varios días antes. Este 1 de noviembre, los altares mayores fueron instalados en hogares del país, listos para recibir a las almas de los Fieles Difuntos, pues la tradición dicta que estas ofrendas serán retiradas este 2 de noviembre para ser trasladadas al panteón, donde muchas familias conservan la costumbre de compartir los alimentos que fueron ofrendados a sus seres queridos.
De acuerdo con la creencia, en esta fecha las ánimas regresan al mundo terrenal para disfrutar de la esencia y los aromas de los manjares que sus familiares le han preparado con devoción.
Sin embargo, detrás de la colorida y festiva tradición se esconde un significativo esfuerzo de planeación y adquisición. La canasta básica de una ofrenda incluye una variedad de alimentos y bebidas que no pueden faltar. Entre lo indispensable las bebidas alcohólicas preferidas del difunto, pan de muerto, mole, calabaza en dulce, tejocote en dulce, tamales de frijol, arroz, naranjas, manzanas y todos aquellos platillos que disfrutaban en vida.
A esta lista gastronómica se suma lo simbólico que da identidad al altar, desde papel picado, velas, copal o sahumerio para limpiar el espacio, y flores, donde la flor de Cempasúchil y el moco de pavo son fundamentales para guiar a las almas.
Este despliegue de elementos conlleva un gasto económico considerable.
Para una ofrenda sencilla, las familias deben realizar una inversión no menor a 2 mil 500 pesos, monto que cubre la adquisición de todos los alimentos, bebidas y con adornos tradicionales.


