Agencias
Apatzingán, Michoacán.- Por segundo día consecutivo, la violencia y las protestas volvieron a sacudir Michoacán. La tarde del 3 de noviembre, una turba vandalizó y prendió fuego al Palacio Municipal de Apatzingán, donde hace una semana fue ejecutado el líder limonero Bernardo Bravo.
Los manifestantes, vestidos de blanco y portando cartelones con mensajes como “Nos dueles Michoacán” y “Podrán matar al mensajero, pero no el mensaje”, rompieron puertas y vidrios, e incendiaron la planta baja del inmueble. También colgaron una manta en el balcón principal para exigir la renuncia de la alcaldesa morenista, Fanny Arreola, y prendieron fuego a ofrendas y adornos del Día de Muertos en la plaza principal.
Las protestas se replicaron en otras ciudades michoacanas, como Morelia, Uruapan y Zitácuaro, donde ciudadanos exigieron justicia por el asesinato del alcalde Carlos Manzo. En Morelia, la manifestación frente al Palacio de Gobierno terminó con detenciones y enfrentamientos, dejando al menos tres jóvenes arrestados, dos heridos y cinco policías lesionados.
El gobernador Alfredo Ramírez Bedolla informó que será el Gobierno de Uruapan quien defina la suplencia para la presidencia municipal, aunque se promueve que Grecia Quiroz, esposa de Carlos Manzo, asuma el cargo interino. En un video, Grecia pidió que las protestas se realizaran “con mesura”.
La situación se complica por la actitud de la alcaldesa Arreola, quien el pasado 27 de octubre asistió a la Expo Feria 2025 en Apatzingán para escuchar narcocorridos que exaltan a grupos del crimen organizado de Tierra Caliente, a pesar de que estos fueron prohibidos en abril pasado en la entidad y ocurren a días del asesinato de Bernardo Bravo.
Los hechos evidencian la grave crisis de seguridad en Michoacán y la creciente tensión entre la ciudadanía, los gobiernos locales y el crimen organizado.


