De la Redacción
El Buen Tono
Córdoba.- Morena revive prácticas del viejo PRI: acarreo, promesas vacías y empleados bajo amenaza en el arranque de campaña. La escena, aparentemente llena de fervor popular, esconde un entramado de presiones económicas, miedo laboral y clientelismo electoral
Luego del arranque de campaña del pasado 29 de abril, los sectores populares, provenientes de colonias marginadas, llegaron en camiones dispuestos por la estructura morenista, lo cual se estima un gasto que toca ya el tope de campaña.
“Vine porque necesitamos agua y calles pavimentadas. Nos dijeron que si no veníamos, no habría obras”, confesó María, vendedora ambulante que prefirió omitir su apellido.
Al ingresar a la plaza, los asistentes recibieron gorras, botellas de agua “regaladas” y folletos con promesas genéricas: “Más becas”, “Apoyos al campo”, “Salarios justos”. Nada se dijo sobre cómo financiarlas o ejecutarlas. “Aquí muchos vienen por lo que les puedan dar, no por el candidato”. dijeron algunos.
El discurso de Alonso Cerezo, cargado de promesas de “justicia social” y “revolución de las esperanzas”, resonó ante un público que, más que convencido, parece cautivo de la urgencia y necesidades materiales.
Lo que llamó la atención fue la presencia masiva de empleados municipales, uniformados con playeras del candidato, quienes admitieron sentirse presionados, incluso cuando las bases morenistas no están de acuerdo con la imposición.
El evento reflejó una estrategia que sigue vigente: el acarreo institucionalizado, donde la lealtad se compra o se impone.
Mientras, el candidato evade debates sustanciales. Sus gastos de campaña, renta de autobuses, espectaculares, gorras, camisas, lonas, volantes, opacan cualquier propuesta concreta. No hay plataforma visible en redes ni en mítines; sólo consignas y ataques a “los de antes”.
El clientelismo no sólo mina la equidad electoral, sino que revela una contradicción: aquellos que prometieron enterrar al sistema, son ahora sus principales operadores.
