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Rodolfo Echeverría Ruiz

Superiberia

 

El reciente 24 de enero se cumplieron 37 años de su fallecimiento. Para rendir mi homenaje personal al insigne historiador, sociólogo, diplomático y hombre de letras sinaloense, he vuelto a leer uno de sus libros capitales: Breviario de historia de México (Siglo XXI, 1992).

La lectura del ensayo es inexcusable. Todo mexicano debería tenerlo siempre a la mano. Es obra de consulta obligada para comprender —comprender es un concepto superior al de entender, dirá Martí— la historia de México con mirada general y abarcadora. El texto ofrece claves esenciales: nos hace ver lejos y, por tanto, columbrar algo de nuestro porvenir. “La historia —escribe Valadés—, al paso que enseña lo pretérito, es útil para avivar lo futuro”.

El autor nos lleva de la mano a través de un imaginario diálogo socrático suscitado entre cuatro amigos. Los circunstantes discuten en torno de temas esenciales mexicanos. Nos conducen por meandros y entretelas de una historia muy nuestra. Valadés no duda en denominarla historia patria. Es decir, “historia mexicana de México”, como la describirá él mismo, aunque su intuición erudita lo hace concebir una patria abierta y omnicomprensiva, no un islote acantilado ajeno a los vértigos y a las transformaciones internacionales. “No somos personas extrañas al movimiento general del mundo”, insiste con sensibilidad precursora.

El libro, breve, es un portentoso esfuerzo de síntesis. Con las herramientas del filósofo esclarecedor y las del antropólogo social, Valadés expone todos los elementos tempoespaciales, alineados con sagacidad narrativa, capaces de configurar la caracterología fenomenológica del mexicano y de lo mexicano. El ejercicio académico de Valadés se engarza y emparienta con los mejores textos escritos sobre la materia. Pienso en Octavio Paz y en Samuel Ramos; en Santiago Ramírez y en José Iturriaga; en León Portilla y en Othón de Mendizábal; en Héctor Pérez Martínez y en Antonio Caso; en Leopoldo Zea, en Garizurieta, en Roger Bartra, en Jorge Portilla…

Filósofo de la historia —y de nuestra historia—, impulsado por su formación universal, Valadés estudia y explica a Santa Anna y a Lucas Alamán, a Juárez y a Comonfort, a Ocampo y a José María Gutiérrez de Estrada, a Porfirio Díaz y a Madero. Hace una vivisección de Hernán Cortés, objetiva y sin maniqueísmos. Y ello “no me origina conflicto interno alguno”, dirá un Valadés irreprochable liberal progresista y estricto relator —y actor— de memorables episodios revolucionarios.

Su calidad literaria no atenta contra la rigurosa forma de organizar un rico y compendioso material de estudio. Recurre al diálogo explicativo entendido como “recurso metódico”, según la descripción de Ernesto de la Torre Villar, ilustre decano del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM.

Dialogantes, sus personajes, siempre en contradicción luminosa —una cuatrinca de mexicólogos avezados—, discurren a lo largo de las intrincadas vertientes de nuestra historia y nos entregan elementos medulares constitutivos del Estado nacional mexicano. Habla Valadés de un Estado “preponderante”, activo en la cabeza jurídica de Juárez “desde sus primeros pasos en la política nacional”.

Con información sustantiva, el libro de Valadés aborda los diversos regímenes de la propiedad —urbana, rural, comunal— y nos introduce, alérgico a cualquier tecnicismo engorroso, en una reflexión profunda acerca de la historia económica de México y de sus conflictos mayores, de sus revoluciones, de sus decadencias y de sus renacimientos.

Sociólogo, hombre de grandes trazos, Valadés descubre y explicita cómo “del caudillismo español y del caciquismo americano se derivó nuestro régimen presidencialista”.

Sereno y laico, Valadés describe “los bienes y los males del equilibrio entre la autoridad civil y la eclesiástica, las ligas del Estado y la iglesia, las relaciones de México con el Vaticano”. Releamos a Valadés. Sus ideas y su impulso son imprescindibles para continuar la tarea secularizadora de nuestra sociedad y expandir las libertades y los derechos ciudadanos al amparo del Estado laico, ya bien entrado el siglo XXI.

 

Consejero político nacional del PRI

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