Orizaba.- Las trabajadoras sexuales desde siempre han tenido que enfrentar violencia no sólo de quienes pagan por sus servicios sino de las mismas autoridades, quienes al igual que los primeros llegan a cometer delitos en su contra.
Contrario a lo que se pudiera pensar, las sexoservidoras padecen diariamente el estigma que ejerce sobre ellas la sociedad en sus diversos ámbitos, lo que hace casi imposible que éstas se puedan quejar o interponer algún tipo de denuncia por agresiones físicas o sexuales en su contra.
Maltratos que van desde los golpes, ofensas y violaciones son ‘pan de cada día’ en la vida de una trabajadora sexual, lo que las ha obligado a organizarse y autoprotegerse entre ellas, por medio de vigilancia y cuidado en caso de percibir algo extraño.
“Ellas saben cuánto tardan en cada servicio, así que están pendientes; en caso de estar tardando más tiempo acuden para investigar lo que está pasando”, compartió Jairo Guarneros Sosa, integrante del colectivo feminista Chihuatlaltolli, de Orizaba. “A la fecha, se desconoce cuántas víctimas de violación se han registrado entre las sexoservidoras, casos que son prácticamente desconocidos por la autoridad, pues no existe una denuncia, ya que a estas mujeres no se les reconoce como sujetas a derecho”.
