


Efraín Hernández
El Buen Tono
Córdoba.- La violencia avanza sin control mientras el Centro de Control, Comando y Comunicación (C3), presentado como uno de los principales logros de la administración de Juan Martínez Flores, evidencia su fracaso. La respuesta a los llamados de auxilio es tardía, deficiente o, en muchos casos, inexistente.
Reportes ciudadanos confirman que, las patrullas pueden demorar entre 30 y 40 minutos en llegar al lugar donde se solicita apoyo. En otros casos, simplemente no acuden. Cuando finalmente se presentan, su intervención es mínima o nula, sin resultados que garanticen seguridad ni justicia para los cordobeses.
De acuerdo con cifras oficiales, el sistema recibe en promedio 60 llamadas diarias, de las cuales al menos una tercera parte son clasificadas como falsas. Durante el periodo vacacional los reportes ascienden a 90 por día, con cerca de 30 identificadas como bromas. Sin embargo, no existe un protocolo funcional que permita depurar estas llamadas ni atender con prontitud las emergencias reales.
Desde el ayuntamiento se ha culpado a la ciudadanía por el uso inadecuado de la línea de emergencias, pero sin asumir la incapacidad del C3 para clasificar, filtrar y responder con eficacia. Lejos de operar como un verdadero sistema de seguridad, funciona como un simple centro de llamadas sin protocolos sólidos ni capacidad de reacción inmediata.
Enrique Morales Tolentino, titular de Protección Ciudadana y Movilidad, ha sido incapaz de frenar el avance delictivo. La corporación carece de estrategia, actúa de forma desorganizada y sus elementos llegan tarde, mal equipados o simplemente ignoran los reportes.
El modelo de seguridad en Córdoba está colapsado. No existen resultados medibles, no hay procesos funcionales y tampoco voluntad política para revertir el panorama. Desde la presidencia municipal hasta las patrullas, la estructura de seguridad pública está completamente rebasada.


