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Sobrevive, arte prehispánico

Superiberia

Orizaba.- La riqueza cultural de Veracruz no es obra de la casualidad: en la época prehispánica fue cuna de tres de las culturas mesoamericanas más importantes del Oriente y Sur de México (olmecas, totonacas y huastecos), además de ser la puerta de entrada de españoles y otros extranjeros, incluyendo a los esclavos traídos desde África.

La Entidad tiene influencias culturales europeas, indígenas y africanas, que pueden ser vistas en su música, tradiciones culinarias y el pueblo, el cual se conforma por más de un millón de personas.

Las formas, colores, olores y sabores, son tan amplios y diversos como grupos étnicos existen en la región y las artesanías, por supuesto, son expresión de esa mezcla de creencias plasmadas en la alfarería, cerería, cestería, tallado en madera, mueblería y orfebrería, entre muchas otras, entre las que destacan: confección, dibujo, bordado, tejido y tinte de textiles.

En la Sierra de Zongolica, en la zona Centro, podemos encontrar a los tejedores y teñidores de lana, antigua tradición que lucha por subsistir.

Rebozos, bufandas, gorros y cobijas de varios colores, conforman su repertorio ancestral, heredado generación tras generación. La población, en su mayoría indígena de origen nahua, cuenta con una gran herencia cultural reflejada en sus fiestas y costumbres; entre sus artesanías sobresalen los tejidos y la confección de blusas, huipiles, enredos, fajillas, ceñidores, morrales y jorongos, de una gama de productos, que hacen gala de la cultura del sitio.

Para obtener la lana, las artesanas pastorean y trasquilan a sus borregos. Luego la procesan y tiñen, tal como aprendieron de sus abuelas, al igual que la técnica del telar de cintura.

Cosoleacaque, al Sur del Estado y territorio de la cultura olmeca, primera civilización de Mesoamérica, sobresale también por sus diversas artesanías textiles. La región de la Huasteca baja del Estado, principalmente Chicontepec, destaca por sus bordados en blusas, servilletas, cojines, morrales, estolas, camisas y el tradicional rebozo o mamatl, que es de uso ceremonial.

Estas prendas tienen diseños y motivos característicos: flor de cacahuate, pitahaya o nochebuena; aves: tordo, cotorra, gallo, paloma y colibrí; motivos rituales: espíritu del maíz, corazón de montaña, flor de viento, flor de muerto, árbol florido, universo y agua en movimiento, entre muchos otros.

Mención aparte merece el traje típico jarocho, reconocido en México y a nivel internacional: en su característico color blanco, está lleno de significados que a través de la historia lo han hecho uno de los más vistosos y apreciados por su elegancia, movimiento y porte.

El traje es de origen mestizo, con influencia valenciana y andaluza. Las telas pesadas y oscuras no eran, sin embargo, aptas para el clima de la región, preponderantemente tropical y caluroso, por lo que los antiguos pobladores de la Cuenca del Papaloapan dieron origen al atuendo que poco a poco adaptaron al clima: se comenzó a usar organdí, muselina y algodón, textiles más frescos, de caída suave, con mayor movimiento.

Asimismo, el rebozo que, a la usanza indígena, es un elemento de una importancia relevante en el traje e independientemente de su origen español, las necesidades y el gusto indígena transformaron la prenda  hasta convertirla en un artículo nacional.

El camisón es el antiguo huipil, rejillado y bordado a mano. La enagua y entrenagua son las crinolinas de la mujer andaluza. El pañuelo es herencia valenciana, así como el delantal. La cinta en la cabeza es herencia de la mujer negra.

La blusa y la enagua, blancas, son labores artesanales de deshilado, que muestran los bellos trabajos femeninos.

El traje tiene también rastros de una de las épocas más prósperas de la región, y al atuendo se agregan holanes, encajes y accesorios como signos de bonanza económica.

El rebozo generalmente es de seda y se usa de acuerdo al listón que adorna el cabello de la dama y una peineta de carey, que es herencia española.

La flor natural es indicador del estado civil: casada a la derecha, soltera a la izquierda. Las alhajas, como cadenas y collares de oro, aretes largos de perla o coral, y el abanico, complementan el vestuario jarocho.

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