De la redacción
El Buen Tono
Alrededor de ocho mil 500 personas se congregaron este domingo en el emblemático monumento prehistórico de Stonehenge, en el suroeste del Reino Unido, para presenciar el amanecer del solsticio de invierno, un fenómeno que iluminó el círculo de piedras mientras el Sol emergía lentamente en el horizonte.
Desde antes del amanecer, los asistentes —muchos de ellos disfrazados— aguardaron en medio del frío y la oscuridad. Durante la espera, algunos cantaron, otros tocaron tambores y varios más aprovecharon el momento para meditar o reflexionar entre los antiguos pilares de piedra, en un ambiente marcado por el respeto y la calma.
Aunque la asistencia fue considerable, la cifra quedó lejos de la registrada durante el solsticio de verano, celebrado el pasado 21 de junio, cuando cerca de 25 mil personas acudieron al sitio pese a las altas temperaturas que afectaban al Reino Unido en esa fecha.
Stonehenge es considerado por muchos como un espacio de profunda conexión espiritual. El monumento, cuya construcción se estima entre hace cinco mil y tres mil 500 años, fue diseñado para alinearse con la posición del Sol durante los solsticios, momentos clave en el calendario de las antiguas comunidades agrícolas.
El solsticio de invierno marca el día más corto del año en el hemisferio norte y da inicio al llamado invierno astronómico. En contraste, en el hemisferio sur representa el día más largo y el comienzo del verano. Desde el punto de vista astronómico, este fenómeno ocurre cuando el Sol describe su trayectoria más baja y breve en el cielo.
En diversas tradiciones, el solsticio de invierno simboliza un periodo de renovación, ya que a partir de esta fecha los días comienzan a alargarse de manera gradual hasta finales de junio, reforzando su significado histórico, cultural y espiritual.


