 
     
 
 
Efraín Hernández
El Buen Tono
En el panteón Zacatepec, una figura infantil abrazando a un perro provoca inquietud. Visitantes y trabajadores aseguran que, al anochecer, se observa a un menor caminando junto a su mascota entre lápidas y mausoleos, generando relatos de apariciones que se han mantenido por décadas.
La sepultura se ubica cerca de las fosas comunes y destaca por la escultura del pequeño con traje marinero, pantalón remangado y pies descalzos, sosteniendo a su perro con serenidad permanente. A pesar del tiempo, la pieza permanece intacta y limpia, sin intervención aparente del personal del cementerio. Incluso empleados con más de veinte años de servicio afirman que jamás han visto a alguien restaurar o arreglar el espacio.
A diferencia de otras tumbas, esta recibe ofrendas constantemente: globos metálicos, carritos, trenes de juguete y flores. Los niños que acuden al camposanto suelen dejarle obsequios “para que juegue”, mientras algunos aseguran verlo acompañado por su perro, corriendo por los pasillos al caer la tarde. Otros adultos mencionan escuchar pasos pequeños y el sonido de un animal avanzando entre las criptas cuando el sol se oculta.
“Si se mantiene la mirada en la escultura por demasiado tiempo, se siente un peso extraño, como si alguien estuviera observando”, comentó un trabajador, explicando que ese pasillo cambia de ambiente después de las 18:00 horas.
A pesar del cariño que recibe de desconocidos, la familia del menor prácticamente no acude. Según testimonios de empleados, sus parientes llegan únicamente una vez al año o, en ocasiones, pueden pasar hasta cuatro años sin presentarse.
 
 
 
 
					 
				
