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Studio 54: La discoteca que convirtió a Nueva York en un espectáculo nocturno sin igual

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De la redacción
El Buen Tono

El 26 de abril de 1977, Manhattan fue testigo del nacimiento de una leyenda: Studio 54. Miles de personas se agolparon en la calle 54, deseosas de entrar al nuevo boliche que prometía noches inolvidables. Entre vallas, policías y fotógrafos, la apertura fue caótica: Frank Sinatra, Warren Beatty y Mick Jagger quedaron fuera, mientras Diana Ross inauguraba la pista.

Lo que parecía un inicio complicado se transformó semanas después en un fenómeno cultural. La noche del cumpleaños de Bianca Jagger marcó la historia: la socialité entró montada en un caballo blanco, acompañada de espectáculos que desafiaban lo imaginable. Studio 54 se convirtió así en el epicentro de la vida nocturna de la Gran Manzana durante tres años, mezclando glamour, música disco y excesos.

Ian Schrager y Steve Rubell, sus visionarios dueños, reinventaron el concepto de exclusividad. La puerta del club era un filtro arbitrario que separaba a los elegidos del resto, creando un aura de misterio y deseo. Dentro, celebridades como Jack Nicholson, Andy Warhol, Liza Minnelli y Calvin Klein compartían la pista con drag queens y modelos, mientras la música de Bee Gees, Donna Summer, Chic y Earth Wind & Fire ponía a todos a bailar.

El boliche no solo ofrecía fiestas espectaculares: Glitter, caballos, leopardos y hasta un elefante, se convirtieron en parte del show. Todo estaba pensado para que cada noche pareciera irrepetible y que todos hablaran del evento al día siguiente. Incluso las celebridades encontraban en Studio 54 un refugio protegido de los paparazzi.

Sin embargo, los excesos y la altanería de sus dueños los llevaron a la ruina: evasión fiscal, drogas y fiestas desenfrenadas marcaron el final. Studio 54 cerró sus puertas el 2 de febrero de 1980, pero su impacto cultural sigue vigente. Libros, canciones, películas y exposiciones en museos recuerdan al club que no fue solo una discoteca, sino un ícono de una era dorada de la noche neoyorquina.

Studio 54 no se olvida. Fue mucho más que música y baile; fue el escenario donde lo prohibido se volvió arte y donde la cultura pop alcanzó su máximo esplendor.

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