

Es el último artículo del año y, siendo hoy 26 de diciembre, dudo mucho que alguno de mis tres lectores vaya a escoger la lectura del periódico por encima del recalentado del bacalao, el pavo o los romeritos; soy realista, ni siquiera cuento con aquellos que, por verse obligados a recurrir al Alka Seltzer, pospondrán unos días el consumo de los restos
de la cena.
No deja de sorprenderme la poca cobertura que se le ha dado en México al affaire internacional que llevó a la cancelación de la comedia La Entrevista, producida por Sony.
Es un hecho que concierne al mundo, no sólo a una compañía o a dos países; no en balde el periódico español El País, en su edición dominical, le dedicó la foto principal de la
primera plana.
El evento me parece relevante al menos por tres razones: 1) La afectación de las relaciones diplomáticas entre Corea del Norte y Estados Unidos.
2) El ciberataque a Sony que hace evidente, una vez más, la vulnerabilidad de la red y expone la información que en ella circula y 3) La capacidad de amedrentamiento de un grupo que se esconde en el anonimato de internet.
No es exagerado decir que han puesto de rodillas no sólo a Sony sino a la propia libertad
de expresión.
Los cortos que han salido a la luz pública dejan ver una comedia, poco prometedora por cierto, en el que un par de jóvenes buscaban entrevistar al presidente de Corea del Norte.
Inesperadamente reciben la visita de la CIA para darles, como en los chistes, una noticia buena y una mala.
La buena es que ya está arreglado todo para que puedan llevar a cabo su entrevista, la mala es que la CIA les pide, eufemismo para decir les ordena, que asesinen al entrevistado.
La película provocó la ira de un grupo llamado Los Guardianes de la paz.
Quienes, en venganza, penetraron los servidores de Sony y robaron correos electrónicos, datos confidenciales de los trabajadores de la empresa y quién sabe qué más.
Hicieron pública la amenaza de poner bombas en las salas de cine que exhibieran la película. Para ganar credibilidad frente a los amenazados, los atacantes han comenzado a subir a la red partes de la
información sustraída.
Las relaciones entre Estado Unidos y Corea del Norte se han tensado hasta el extremo.
El FBI considera a Pyongyang como responsable del ataque, a través de un comunicado oficial dice que existen suficientes similitudes entre éste y otro ciberataque de 2013.
Cuyas víctimas fueron los medios de comunicación y los bancos surcoreanos.
Por supuesto, Corea del Norte niega, indignada, estar involucrada con los hechos, pero al mismo tiempo se refiere a la película como un acto
de guerra.
Advierte a Estados Unidos y a Sony sobre posibles castigos severos y represalias sin piedad que podrían recaer sobre cualquiera de los involucrados.
La capacidad de Los Guardianes de la paz para entrar a la red de Sony, robar material y exponer datos personales de los trabajadores de la empresa.
Deja, otra vez, al descubierto la vulnerabilidad que conlleva el invento más revolucionario de las últimas dos décadas: el acceso de todo el público a la internet.
Entre el material sustraído ahora ya han quedado expuestos los números de seguridad social ligados a los expedientes médicos de sus empleados.
Datos que, en materia de protección de datos, se llaman sensibles. Si los afectados decidieran entablar una demanda colectiva, class act, para solicitar el pago de daños y perjuicios, podría costarle millones de dólares a Sony.
Se han revelado también conversaciones a través de correos electrónicos que han expuesto el racismo y la misoginia de la compañía.
No sólo hay bromas y comentarios discriminatorios, hay datos duros que revelan que en los esquemas de pago existe un trato diferenciado por género y raza.
Otra amenaza de litigios que pudiera extenderse a la industria.
Frente a las amenazas, las cadenas de cine decidieron no exhibir la película, lo que levantó algunas reacciones solidarias, otras, las más airadas; empezando por la indignación del propio Obama.
Debido a ello Sony asegura que la película se exhibirá, aunque no sabemos exactamente a través de qué medios.
Vale la pena recordar que apenas hace tres años, en 2011, la división de juegos de Sony fue víctima de otro robo de información.
Alguien hackeó a PlayStation Networks y robaron una base de datos de más de 77 millones de cuentahabientes que, con tarjeta de crédito, compraron juegos de la empresa.
Si entonces reforzaron la seguridad cibernética, es obvio que no fue suficiente.
México es un país abierto al mundo que no puede tomar tan a la ligera esto.
Es menester reconocer que como usuarios de internet estamos asumiendo riesgos que deben ser analizados por la academia, por los medios de comunicación y por el propio gobierno.
Ignorar o minimizar el problema no nos exime, por el contrario, nos hace mucho más
vulnerables.
*Investigadora del IIJ de la UNAM
Twitter: MarvanMaria
