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Torre de Babel

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Nueva York.- Es más fácil decir qué líderes mundiales estarán ausentes esta semana en Naciones Unidas —que celebra a partir de hoy su 69a Asamblea General— que quiénes no hablarán desde la tribuna del recién remodelado salón de sesiones de la organización.

Un total de 195 oradores, de los cuales 140 son jefes de Estado o de Gobierno, tomarán parte en la maratónica Discusión General de la Asamblea.

Por supuesto, no todos los discursos serán noticia internacional y sólo generarán interés en el país de quien lo pronuncie, pero la sesión que culminará el miércoles —cuando hablen el estadunidense Barack Obama y el mexicano Enrique Peña Nieto, entre otros— será un termómetro que permitirá medir la capacidad de la ONU para poner de acuerdo a sus 193 Estados miembros sobre asuntos apremiantes que hace un año no estaban en el escenario.

Entre los más importantes hay temas que trascienden fronteras y, por tanto, ningún país podrá enfrentar solo: las amenazas que representan el Estado Islámico, el ébola y las tensiones entre Rusia y Ucrania.

Además, serán parte de la agenda de discusión multilateral el calentamiento global, el conflicto árabe-israelí, el programa nuclear de Irán, la guerra civil en Siria y sus tres millones de refugiados, la reforma de la ONU, y el vencimiento, el año entrante, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Para una organización que ha mostrado una terrible lentitud para anticiparse a estos problemas y delinear un plan de acción para enfrentarlos, la atención que significa para la ONU la presencia récord de 140 mandatarios es una oportunidad dorada de relanzarse como jugador en el plano internacional y dejar atrás el espectro de la irrelevancia.

Dependerá, claro, de algunos miembros clave diseñar las acciones que la ONU deberá llevar a cabo. Por ejemplo, el presidente Obama presidirá una sesión del Consejo General ante el que planteará medidas para impedir que el Estado Islámico se nutra de combatientes extranjeros.

Organismos de inteligencia calculan que unos 12 mil yihadistas que combaten actualmente en Irak y Siria provienen de unas 80 naciones. Varios países están preocupados por las actividades que pudieran realizar esos militantes cuando regresen de Oriente Medio.

La propuesta estadunidense llama a “prevenir y suprimir” el reclutamiento y traslado de combatientes extranjeros que tengan por meta unirse a organizaciones como el Estado Islámico.

Aunque el llamado de Obama será a los países miembros del Consejo de Seguridad, en un plano más amplio los planes pudieran toparse con los intereses de diferentes países involucrados directa o indirectamente en ese conflicto, como Arabia Saudita, Turquía, Irán e Israel, cuyas propias prioridades han impedido una mayor coordinación internacional.

En el caso del ébola, el Consejo de Seguridad adoptó una resolución el jueves pasado para integrar una misión de la ONU para enfrentar ese mal, calificado por el organismo como “una amenaza a la paz y la seguridad”.

El reto será reunir los recursos necesarios para hacer ese trabajo. El secretario general de la ONU ha calculado que se requiere, de arranque, de mil millones de dólares.

El conflicto entre Rusia y Ucrania ha hecho coincidir recientemente a Estados Unidos y a la Unión Europea, pero la ausencia en Nueva York del presidente ruso Vladimir Putin —la más notoria, junto con la del líder chino Xi Jinping— no es precisamente un buen augurio para desactivar la tensión en las regiones rusoparlantes del este ucraniano.

Naciones Unidas también tendrá que preparar el cierre de la etapa de implementación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio —ocho metas propuestas hace tres lustros para atacar problemas torales como acabar con la pobreza extrema— y frenar la propagación del VIH sida— que tendrían que estar cumplidos para 2015.

La ONU alega que la miseria mundial se ha reducido a la mitad desde principios de este siglo, pero muchas metas aún esperan cumplimiento, particularmente en el terreno de la salud. Por ejemplo, en muchos países como México la muerte materna sigue siendo un problema tan grave como hace 15 años.

Como se ve, la organización tiene una agenda abundante para esta Asamblea General.

Ojalá que la enorme expectativa que se ha creado con la visita de un número tan grande de mandatarios —que ha desquiciado la vida cotidiana en Nueva York— no se quede en algo meramente escenográfico, como la renovación del salón de sesiones y otras partes de su complejo principal en el lado este de la urbe, que ha costado a la ONU nada menos que dos mil 100 millones de dólares.

El famoso muro dorado (detrás) de la tribuna, en el que se encuentra el emblema de Naciones Unidas, luce espectacular, luego de que fue removido el alquitrán y la nicotina del humo de cigarrillos y puros que durante décadas envolvieron en una neblina los debates de la organización.

Ojalá esa no sea la nota principal que podamos recoger los más de dos mil periodistas que hemos llegado a esta ciudad esperando que la ONU resurja de su letargo. Un mundo convulso espera de ésta un papel más activo.

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