

AGENCIA
En un país donde la desaparición de personas se ha vuelto una dolorosa y cotidiana realidad, emergen con creciente frecuencia nuevos y alarmantes métodos utilizados para borrar todo rastro de las víctimas. A la impunidad y la violencia sistemática se suman prácticas cada vez más sofisticadas, como el uso de crematorios legales y tumbas profanadas para ocultar cuerpos y frustrar investigaciones.
Funerarias bajo sospecha
Uno de los casos más recientes involucra a la funeraria Mausoleos del Centro, ubicada en la colonia Santa María Malinalco, en la Ciudad de México. El pasado 11 de marzo de 2024, la Fiscalía General de Justicia capitalina (FGJCDMX) informó que en el establecimiento fueron hallados los restos de dos personas reportadas como desaparecidas.
La investigación se inició tras la desaparición de un hombre que acudió el 22 de junio de 2024 a vender una motocicleta por 50 mil pesos. Luego de comunicarse con su familia para avisar que regresaría a casa, no volvió a ser visto. Un familiar, al acudir a la funeraria, encontró la motocicleta y pertenencias del desaparecido, lo que motivó una denuncia.
El cateo se llevó a cabo el 27 de junio, revelando prendas de ropa, objetos personales y restos humanos. Entre los casos relacionados figura también la desaparición de Ladislao Victoria Rojas, de 79 años, quien fue visto por última vez un día antes en las inmediaciones del mismo lugar. Cámaras de seguridad lo captaron ingresando al establecimiento, pero no saliendo.
El propietario de la funeraria, Erik Ismael “V”, fue ingresado al Reclusorio Preventivo Varonil Norte, mientras que las declaraciones de empleados —con numerosas inconsistencias— provocaron un segundo cateo al inmueble.
Cremación sin control: el caso del Bar Quito
Esta no es la primera vez que crematorios son utilizados para desaparecer cuerpos sin dejar rastro. En 2020, los jóvenes Karla Elena Ramírez Murrieta y Christopher Aguilar Hernández fueron incinerados tras un enfrentamiento en el Bar Quito, también en la capital. La incineración fue ordenada por Saúl Fredy “N”, padre del dueño del bar, Iván Alonso “N”, alias “El Cartier”.
Las autoridades arrestaron a 10 personas, entre ellas empleados de una funeraria y un “hornero” de panteón identificado como Alfredo “N”, capturado en enero de 2023 en el Estado de México. Este caso destapó una red de complicidad entre criminales, funerarias y servicios forenses, facilitada por la falta de control durante la pandemia de COVID-19, cuando los crematorios operaban con mínima supervisión.
El caso del Bar Quito también ha sido relacionado con la disputa entre La Unión Tepito y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) por el control del narcomenudeo en zonas céntricas de la capital.
Cuerpos ocultos en panteones: una nueva modalidad
Más recientemente, la activista Ceci Flores, líder del colectivo Madres Buscadoras de Sonora, denunció el ocultamiento de cuerpos en tumbas ocupadas. En un video publicado el 27 de marzo de 2024, Flores mostró imágenes de una fosa del Panteón del Carmen, en Ciudad Obregón, donde encontraron un bulto de gran tamaño envuelto en plástico negro y amarrado con cuerdas sobre un ataúd.
“Nadie buscaría en un panteón, por eso ahora profanan las tumbas para meter los restos de los desaparecidos”, denunció Flores, señalando que esta práctica no es aislada y podría estar replicándose en otros estados.
La activista también lamentó la falta de voluntad oficial para atender el problema de fondo: “Si no hay cuerpo, no hay delito. Y si no hay delito, no hay estadísticas que les afecten”.
Nuevas exhumaciones en Chihuahua
El pasado 30 de mayo, la Fiscalía de Distrito Zona Occidente en Chihuahua reportó la identificación de 10 cuerpos exhumados en el panteón de La Norteña, en el municipio de Madera. Las víctimas eran hombres de entre 30 y 50 años, fallecidos por heridas de arma de fuego, y algunos habrían estado en las fosas desde 2023.
Entre los restos se hallaron tatuajes que podrían facilitar su identificación:
- Uno con la palabra “Ángel” en la espalda.
- Otro con un dragón y el nombre “Alizeth”.
- Uno más con el apellido “Ortega” en el brazo derecho.
- Otro con un lobo y letras góticas posiblemente con el nombre “Haro” o “Payo”.
La creciente evidencia de estos métodos criminales —desde cremaciones ilegales hasta sepulturas profanadas— demuestra que en México la desaparición de personas se ha convertido en una maquinaria estructurada, donde la complicidad, la impunidad y la omisión se entrelazan para borrar a las víctimas del mapa, tanto física como estadísticamente.
Mientras tanto, colectivos de búsqueda, como Madres Buscadoras, siguen enfrentando amenazas, indiferencia oficial y desprestigio, en una lucha que solo busca una cosa: verdad y justicia para sus desaparecidos.
