
Ciudad Mendoza.- Quince minutos después de las once de la mañana, Javiercito recorría las calles de la ciudad por última vez, flanqueado por dos motocicletas que le abrían paso en medio de un desolador silencio.
Las calles, irónicamente, lucían tristes al ver partir a Javiercito. El oficial, el amigo, el señor tránsito que era ya una leyenda para las calles de esta fabril ciudad y consejero incluso para algunas otras que llegaban a entrevistarle.
En la delegación, sus compañeros pasan lista, uno a uno responde hasta escuchar: Francisco Javier Aranda Paredes, al cual prosigue un penetrador “presente” que retumba no sólo en las paredes, sino también en el sentimiento de muchos que se enjugan las lágrimas.
Ahí, en la explanada de esta delegación, el ataúd color café no sólo aguarda el cuerpo del oficial sino también un baúl de recuerdos, de historias, de consejos, de anécdotas con el compañero que por más de cuatro décadas se hizo cargo de la vigilancia en esta ciudad.
La chamarra color café y su inseparable kepí, aquel que le distinguía de otros oficiales, yacían encima de su féretro, cobijando la rosa amarilla y naranja que alguien le obsequió.
Y es que el cariño y la amistad se contagiaba en los vecinos del rumbo.
Sorprendidos salían al sonar de las sirenas y más les impresionaba el hecho de que avisaban la partida del oficial de 72 años.
Oficial de Tránsito en las delegaciones de Orizaba, Nogales y Ciudad Mendoza, Francisco Javier apostaba todos los días al trabajo, sin importar la edad o sus complicaciones para escuchar a las personas.
Ayer, Bomberos, Policía Municipal, Protección Civil, Cruz Roja y sus compañeros oficiales, dieron el último adiós al amigo, al compañero, al oficial que luego de 48 años de servicio ininterrumpidos, llegó a su cita con el destino.
Noé Carrillo
El Buen Tono
