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Nueva Zelanda.- En una playa australiana, un hallazgo casual cambió lo que se sabía de la evolución de las ballenas. Entre rocas y arena en Jan Juc Beach, Ross Dullard encontró en 2019 un cráneo extraño, con dientes afilados y proporciones caricaturescas. No era de un perro ni de una foca. Era el fósil de un depredador marino de hace 25 millones de años que hoy tiene nombre oficial: Janjucetus dullardi.
Lejos de los gentiles gigantes que cruzan los océanos, esta criatura apenas alcanzaba los tres metros de largo. Tenía ojos saltones del tamaño de pelotas de tenis, un hocico con apariencia de tiburón y una dentadura perfecta para la caza. Sus rasgos hicieron que los paleontólogos lo describieran como una mezcla entre ballena, foca y Pokémon: Un animal engañosamente adorable, pero temible en el mar.
El descubrimiento, publicado esta semana en la revista Zoological Journal of the Linnean Society, marca un hito. Se trata solo de la cuarta especie conocida del grupo de los mamalodontidos, ballenas primitivas que habitaron entre 34 y 23 millones de años atrás. Estos pequeños cazadores forman parte de una rama temprana de la línea evolutiva que dio origen a las ballenas barbadas modernas, como las jorobadas y las azules.
El fósil, aunque parcial, ofrece pistas sobre cómo estos animales se adaptaron a mares más cálidos y cambiantes. Para Erich Fitzgerald, curador del Museums Victoria Research Institute, cada hallazgo abre una ventana a un pasado donde las ballenas no eran colosos pacíficos, sino depredadores diseñados para sobrevivir. “Era un animal único, una criatura tan extraña como fascinante”, afirmó.
El hallazgo también es un triunfo personal. Dullard, maestro de profesión, pasó seis años soñando con este fósil, convencido de haber encontrado algo especial. “Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida”, confesó. Su obsesión se transformó en un descubrimiento que lo convirtió en celebridad local, y planea celebrarlo con una fiesta temática de fósiles.
Mientras tanto, Jan Juc Beach se consolida como un tesoro paleontológico. Allí, donde la erosión revela tesoros ocultos, se han encontrado algunas de las ballenas más extrañas de la historia. Y ahora, Janjucetus dullardi se suma a esa lista, recordando que los océanos alguna vez fueron territorio de criaturas diminutas, salvajes y con un encanto tan perturbador como inolvidable.
 
 
 
 
					 
				

