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Un piano de cola

Superiberia

En este piano encontrarás una historia de Francia, una historia de historias que podría comenzar la noche del 25 de abril de 1792 en Estrasburgo en la casa del alcalde. Allí un capitán del cuerpo de ingenieros, Claude-Joseph Rouget de L’Isle se pasa la noche en vela escribiendo la letra de una canción contra la declaración de guerra de Austria a su patria francesa. No es que esté especialmente dotado para la música o la poesía, pero en una especie de estado febril que describe como nadie el austríaco Stefan Zweig en “Momentos estelares de la humanidad” (El genio de una noche), es capaz de crear la única obra por la que sería reconocido.

 

Aquel mismo año y en la misma Estrasburgo se encuentra un austríaco que también tiene por segundo nombre Joseph, compositor y maestro de capilla de la catedral de la ciudad, Ignace Joseph Pleyel. Pleyel es amigo íntimo de Haydn, también austríaco, del que había sido alumno y con cuyo apoyo compone 47 sinfonías, 2 óperas, cuartetos, quintetos…

 

Cuatro años después, cuando la Marsellesa ya se ha convertido en un himno de libertad extendido en toda Francia y Berlioz ha orquestado aquella letra, Pleyel se instala en París y en la primera década del XVIII comienza a fabricar pianos de cuerda percutida tal y como los conocemos hoy, con su propia patente. Los pianos Pleyel se convierten rápidamente en los más reconocidos de Francia.

 

Pleyel moriría en París en 1831, cuando la familia Peugeot, propietaria de una fundición en Doubs, ya vendía los molinillos de café que darían lugar al imperio de la automoción que nacería 90 años después de que el primero fabricara su primer piano.

 

Más de 200 años después la Marsellesa es el himno nacional de Francia, a Roger L’Ille se le conoce escasamente por aquella pequeña gran contribución a la historia y los pianos Pleyel han seguido siendo ininterrumpidamente estos dos siglos en un referente, hoy el fabricante de pianos más antiguo del mundo y Peugeot el segundo constructor de coches del todo el mundo.

 

Así que desde un punto de vista histórico, que algo tan francés como un piano Pleyel y la casa Peugeot se unan para crear un piano único y especial parece la historia de un gran e inevitable encuentro. El resultado, este Pleyel del Peugeot Design Lab que supone una radical redefinición del diseño aplicando las líneas de la automoción más moderna a los volúmenes y a líneas del mueble, con formas suaves y orgánicas y abiertas que dejan al pianista y sus manos a la vista del espectador para apreciar el arte y el virtuosismo de una buena ejecución, que además proyectan el sonido de un modo directo e inmediato.

 

Esta maravilla del diseño y la técnica francesa tiene su propio espacio en la Semana del Diseño de Milán.

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