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UN ROCKSTAR

Superiberia

Por: Andrés Timoteo  / columnista

UN ROCKSTAR

 La presión popular surtió efecto y el señor Ramón Merino salió de la cárcel la noche del lunes. Fue detenido a inicios de semana por haber matado a tiros a un sicario que intentó secuestrar a su hijo e hirió a otro. Se le acusó de homicidio calificado y un juez le dictó un año de prisión preventiva. Sin embargo, la movilización de sus coterráneos de Acultzingo y la indignación que corrió en la prensa y redes sociales obligó a modificar la imputación penal a “homicidio en riña”.

También se le varió la medida cautelar a prisión domiciliaria. Es decir, sigue bajo proceso judicial y encarcelado en su propio domicilio. Insólito pues don Ramón no se peleó con los plagiarios, no tuvo una riña con ellos, simplemente actuó en defensa propia. La autoridad judicial se niega a aceptar ese atenuante y en su lugar porfía a los secuestrados como víctimas de don Ramón. Es el mundo al revés.

 Aun así, el señor Merino salió como todo un ‘rockstar’ de la Sala de Juicios Orales que funciona en el Centro Integral de Justicia de Orizaba, entre aplausos de decenas de personas que lo esperaban. El mensaje a su público fue el obligado y bien dicho: “No se dejen, los buenos somos más que los malos” y pidió a la gente, especialmente a los jóvenes, no dejarse seducir por el crimen organizado.

 Estrella del momento, don Ramón hasta es propuesto para ocupar la Secretaría de Seguridad Pública estatal porque él si tuvo los tamaños para enfrentar a la delincuencia y descontar a dos malandrines lo contrario al neoleonés, Hugo Gutiérrez Maldonado, el titular de la dependencia, quien a pesar de que se fotografía portando ametralladoras y uniformes policíacos, es incapaz de “sacar un perro de una milpa”, como dicen en el rancho.

 En una entidad como Veracruz tan carente de resultados en Seguridad Pública y con tanto precariedad -por no decir ineficiencia y holgazanería- en sus funcionarios, personajes como Ramón Merino vienen a llenar un hueco en la gestión gubernamental, al menos en el imaginario colectivo. Ahora el pueblo debe cuidar a su héroe porque seguramente los criminales irán a la vendetta y es obvio que el gobierno no lo protegerá

MURIÓ POR CACIQUE

 Durante la fidelidad todo aquel que era agredido, asesinado o desaparecido por el crimen organizado se convertía en responsable de su propia desgracia. La criminalización de las víctimas fue el recurso del Gobierno para ahorrarse investigaciones, persecución y castigo de los delincuentes. Ahora eso ha vuelto.

 El lunes asesinaron a balazos al exalcalde de Paso del Macho, Rafael Pacheco Molina y la posición del Gobierno cuitlahuista fue pedir -entiéndase: ordenar- a la Fiscalía estatal que investigue a la víctima porque “ejercía un cacicazgo en la zona (sic)”, según un mensaje colgado en la red social Twitter.

 Para palacio de Gobierno, Molina Pacheco murió por ser cacique -aunque ese término no está en ningún código penal-, es decir, él mismo se buscó esa suerte. ¿Cómo se le puede llamar a eso: indolencia, miseria humana, irresponsabilidad, desconocimiento o ‘lapsus brutus’? Es todo en conjunto, aunque lo que mejor explica ese mensaje en la cuenta oficial del Gobierno es que las practicas de la fidelidad para con las víctimas están de regreso. Lo peor del pasado se reedita.

 Molina Pacheco no era un santo y tampoco es mentira que muchos los consideraban un cacique en la actividad política de la localidad, pero ya no está para defenderse de esa acusación y, lo más importante, es una víctima de la “ola” de violencia que requiere impartición de justicia, no ensalzarlo ni satanizarlo. La institución de gobierno no puede criminalizar a las víctimas ni predisponer una línea en las pesquisas.

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