

Las calles de La Ciudad de las Aguas Alegres albergan interesantes historias que en estos días afloran con melancolía
Sandra González Tehuintle
EL BUEN TONO
Orizaba.- En donde hoy se encuentra el mercado Melchor Ocampo había una plazuela que se llamaba Los Naranjos, hoy Oriente 5 y Madero, este lugar era conocido como “La Calle del Siervo Infiel”.
Cuenta la leyenda que el dueño y señor de la plazuela era Don Santiago de Ballester, un español de alto linaje quien llegó a ocupar un sitio que le perteneció a Don Diego de Madrazo y Manzanedo Marqués del Valle de la Colina, caballero 24 de la Orden de Calatrava y Oficial de la Montesa.
Este ilustre señor llegó a Orizaba como encargado de un estanco de tabaco, sin embargo, llegó con mucho dinero desde España por lo que con visión e inteligencia dejó el cargo muy pronto dedicándose a negocios particulares, incluso ostentaba el título de Márquez.
Él tenía un hijo llamado Felipe, a los 18 años estuvo bajo la tutela de una persona encargada del cuidado y la educación de los niños en una familia acomodada, su nombre era Simón de Arcaraz.
El joven, en uno de sus recorridos a caballo se encontró con su tutor por el rumbo de la Concordia y quien a su vez lo invitó a pasar esa tarde con la familia del lugar en donde se encontraba, se organizaron para hacer un día de campo, fue ahí en donde conoció a Rosario, considerada como una bella dama, de la cual se enamoró perdidamente.
A pesar de que su tutor le advirtió que esto no le gustaría a su padre, el la cortejó y un día que se armó de valor le contó a Don Santiago que se casaría con Rosario, pues a pesar de ser plebeya él estaba dispuesto a desposarla, este convertido en un energúmeno lo azotó con una justa, lo desheredó y corrió de su casa.
A pesar de que dejó el hogar y siguiendo el consejo de sus amigos emprendió un negocio y logró hacer fortuna, un día que se enteró de que Don Santiago, su padre estaba enfermo fue a visitarlo con su Rosario y su pequeño hijo, sin embargo, éste le dijo que ya no era su hijo y solo le reconocía como un “siervo infiel”.
