Mariana Gutiérrez H.
EL BUEN TONO
ORIZABA.- Después de dos años de pandemia por el Covid 19 en Orizaba se realizó el Viacrucis de Viernes Santo. Esta celebración fue encabezada por el obispo de la Diócesis de Orizaba, Eduardo Cervantes Merino, y sacerdotes de otras iglesias.
Más de un centenar de fieles católicos acompañaron al prelado en este recorrido, que inició en la catedral y continúo por las principales calles de la ciudad, esta procesión se realizó abierta al público, luego de dos años que por motivo de la pandemia las actividades religiosas fueron a puerta cerrada, o incluso, suspendidas.
En entrevista, el Obispo diocesano comentó que todos los dolores que enfrenta México, como la violencia, la desaparición forzada, el crimen organizado, la inseguridad y la impunidad preocupan a la iglesia.
“Desde luego que Jesús ha puesto la paz entre Dios y el hombre y el Señor Jesús nos ha invitado a construir la paz que es tarea nuestra. Nuestra Iglesia católica siempre ha tenido la vocación de trabajar por la paz”, acotó el entrevistado.
Reconoció que es muy triste la fuerza, la influencia, el lugar social, económico y político que ocupa el conflicto entre Rusia y Ucrania. Y hoy en Semana Santa y ante la cruz del Señor podamos caminar pidiéndole al Señor que nos dé la fuerza, la alegría de poder encontrar caminos para la paz y la reconstrucción del tejido social, acotó el entrevistado.
Añadió que la vida no fue regalada para destruirla, sino ha sido un don de Dios, para vivirla adecuadamente en el tiempo y de esta manera alcanzar la eternidad. Y agregó que el cielo empieza en la tierra, cuando aprendemos a tener relaciones marcadas por el amor, la justicia, la paz y el bienestar.
Finalmente, el obispo indicó que la situación de la pandemia solo delimitó en la expresión, pero no en la fe, pero hoy con la vacuna y al estar controlada la pandemia salimos a manifestar y a expresar lo que llevamos dentro, la fe cristiana, como dice el refrán ni el amor ni el dinero se esconden, lo mismo ocurre con la fe, no podemos tenerla oculta ni encerrada, es una necesidad de proclamar lo que nos da sentido la vida y a Jesús, concluyó.
