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25 enigmas que me rondan

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La historia es muy fácil entenderla cuando ya pasó. Es muy difícil  adivinarla cuando aún no ha pasado. Pero es casi imposible comprenderla cuando está pasando. Por eso es más sencillo ser historiador o adivino que ser analista.

Pero lo anterior se complica cuando pasado, presente y futuro se mezclan en la misma batea donde puede resultar un delicioso manjar o un infame batidillo. Así sucede con el caso Iguala. No es fácil aclarar lo que pasó. No es sencillo pronosticar lo que va a pasar. No es elemental diagnosticar lo que está pasando.

Quizá, por eso, hay incógnitas que me recorren durante el día y hay misterios que me asaltan durante la noche. Los sintetizo en cinco segmentos con 25 renglones.

El primer segmento sería el ¿por qué? Es decir, la causa de lo sucedido y me hago cuatro preguntas. ¿Qué vieron, qué oyeron o qué supieron estos jóvenes normalistas? ¿A quién o a quiénes incomodaron, asustaron o desobedecieron? ¿Estos hechos fueron dirigidos en contra de las víctimas o en contra de otros diversos? ¿Fueron el resultado de una decisión refinada o de un impulso cavernario? Porque hemos escuchado que pudo haber sido una acción dirigida de manera directa, pero también, hay quienes suponen que fue una agresión oblicua. No digo que hubieren estado comprometidos con lo indebido sino que indebidamente hubieren atestiguado lo comprometedor. 

Luego, en un segundo segmento, me planteo otra cuatro interrogaciones sobre el ¿para qué? Esto sería la finalidad que tuvieron los hechos. ¿Fue una venganza de algo que pasó o fue una amenaza para que no pasara? ¿Fue el cobro de una deuda o fue el pago de una gracia? ¿Fue un tanteo para sondear o fue un recado para avisar? ¿Fue una operación para fortalecer un sistema de cualquier signo o fue un operativo para debilitar a otro aparato sistémico? Yo creo que un hecho tan conspicuo debe tener una voluntad poderosa. Aquí se prepara ya el siguiente segmento. El amenazado, el vengado, el cobrado, el pagado, el tanteado, el avisado, el fortalecido o el debilitado.

Más adelante, en mi tercer segmento, me asaltan siete dudas sobre los ¿quiénes? Ello se representaría por los protagonistas. ¿Los verdaderos responsables son gatilleros elementales o personajes elaborados? ¿Fueron agresores en contra de las personas o en contra del Estado? ¿Cometieron hechos aislados irrepetibles o concebidos secuencialmente? ¿Realizaron un incidente delictivo o provocaron un asunto político? Por lo tanto, ¿la atención del caso corresponde al secretario de Gobernación o al procurador de la República? ¿Esto va a resolverse cuando lo dicte la razón o cuando lo decida la suerte? Los responsables, ¿ya van a parar o van a seguir?

Prosigo y, en el cuarto segmento, hay siete incógnitas que me rodean. Esto lo llamaría ¿qué viene? En palabras elegantes diríamos que son los pronósticos. ¿De qué tamaño es la secrecía de la indagatoria o, de otra manera,  qué diferencia existe entre lo que realmente saben las autoridades y lo que dan a conocer? ¿Para el Gobierno, sería peor que los jóvenes aparecieran muertos o que ya no aparecieran? ¿La defenestración de Ángel Aguirre ayudaría a la solución o sólo le serviría a él? ¿Se va a comprometer penal y políticamente a Ángel Aguirre? ¿Este suceso lo va a pagar la imagen del gobierno de Ángel Aguirre o también la del gobierno de Enrique Peña? ¿Es éste un asunto difícil para el gobierno o peligroso para la nación? ¿Este asunto va a ser tan inolvidable como el de Tlatelolco o tan irrecordable como el de Acteal?

Por último, quinto segmento, con tres arcanos que me inquietan y que llamaría ¿con qué se conecta? ¿Este problema tiene vasos comunicantes o hilos transmisores con otros focos de crisis? ¿Qué contaminantes produce y que contaminaciones recibe? ¿Podría tener alguna transversalización con las reformas estructurales?

Es que todo esto parece un siniestro juego donde todos ponen. Aún los escenarios más felices que pudiéramos imaginar tienen un costo todavía incalculable. Supongamos que los jóvenes aparecen vivos. Que andaban “por allí”. Vaya guasa tan siniestra para nuestra autoridad. Supongamos, por el contrario, qué se descubre toda la verdad sobre un crimen masivo y se castiga a los responsables. ¿Se reparan las vidas? ¿Se restaura la confianza? ¿Se limpia nuestra imagen internacional? ¿Se garantiza que no se repetirá?

Pero más me incomoda que el final fuera más ingrato. Que quedáramos como que no podemos investigar ni descubrir ni resolver ni solucionar ni castigar ni proteger y, ni siquiera, consolar. Eso nos colocaría muy mal ante los humanistas. Pero, otro escenario, que me preocupa más, sería el que nos colocaría muy mal ante los estadistas. Que quedáramos como que no podemos ordenar ni imponer ni regir ni contener ni reprimir ni maniobrar y ni siquiera, mentir.

Las respuestas no me corresponden a mí sino tan sólo a la autoridad. Pero las suposiciones son libertad de todos y eso también es un peligro.

*Abogado y político.

Presidente de la Academia Nacional, A.C.

w989298@prodigy.net.mx

Twitter: @jeromeroapis

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