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Los descuidos de familia

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POR: Gilberto Nieto Aguilar /Columnista

Un conocido mío me contó que, para él, esta Navidad era diferente. Las hermosas remembranzas de las navidades pasadas, especialmente de la niñez, se desvanecían ante los acontecimientos de la Navidad presente, donde quedaban conjugados los descuidos familiares, las prisas de quienes aprenden a vivir y las hormonas adolescentes en un coctel explosivo.

Tres sucesos disminuyeron su gozo espontáneo, casi natural, por la Navidad. Se dieron hacia la mitad del mes, justo cuando comienza la vorágine social de las prisas, las vacaciones, las posadas, las compras para la nochebuena, los regalos de Santa Claus, las felicitaciones, los vistosos aparadores que comercializan esta época hermosa.

Primero fue el caso de Paco, el hijo de su hermana Antonia. Ramiro y Antonia pusieron un negocio que no prosperó pero sí les dejó una considerable deuda por la que tuvieron que hipotecar la casa. Paco, un mocoso de 18 años, llegó la mañana del 15 de diciembre manejando una pick up nuevecita.

–¡Papás! –Les gritó–. Tomen esta feria como un abono a la hipoteca. Es mi regalo de Navidad.

Y sin más le dio un fuerte arrancón a la camioneta dejando a los padres estupefactos con varios miles de pesos en las manos.

Luego Damián, su hermano menor, le comentó al día siguiente que a su hijo Damiancito, de unos 15 años, lo encontró muy drogado en su cuarto. En la computadora se apreciaban infinidad de páginas de pornografía en formas inusuales. Damián estaba consternado.

Los hermanos siempre han sido muy unidos. Conviven, se apoyan, forman una gran familia. Él los quiere alentar pero descubre que su hija menor, de unos 16 años, está embarazada. Todavía no asimila lo ocurrido a sus sobrinos y ahora, de pronto, su hija le presenta su propio y grave problema.

Paco siempre ha sido inquieto y abandonó la escuela cuando cursaba el segundo semestre de bachillerato. Dijo que la escuela no se le daba, de manera que desde entonces repartió su tiempo en trabajos esporádicos, vagancia y parrandas con sus amigos. Sus padres perdieron por completo el control sobre él.

Nuestro amigo les había dicho varias veces a sus padres que no lo dejaran hacer su santa voluntad, que era necesario establecer límites. Cuando quisieron hacerlo, era demasiado tarde. Ahora están espantados temiendo la clase de actividades en que andará metido. “Es algo ilegal y peligroso”, se repetían.

Damiancito también fue víctima de una pésima atención de sus padres. Ambos muy ocupados, exitosos económicamente, eran un desastre como padres. Creían que dándole dinero y consintiéndolo en todo podían suplir sus ausencias y la falta de trato, de consejos, de ejemplos, de cariño.

La mañana del 24, como un cometa, nuevamente apareció Paco. Bien vestido, perfumado, con música a todo volumen, les entregó otro fajo de billetes. “Ya falta poco para pagar la hipoteca. Espero que el mes entrante la paguemos toda”, les dijo en tono festivo. “Mientras tanto, tomen de allí para una buena cena. Yo me voy de viaje de negocios. Espero verlos antes del Año Nuevo”.

Sus padres lo abrazaron llorando, no le querían recibir el dinero, le repetían que su vida estaba en peligro, pero él les dijo que ya era mayor de edad. “Tranquilos, los quiero mucho, pero ahora tengo que irme. Pasaré el Año Nuevo con ustedes”.

Damiancito seguía en el hospital por la sobredosis ingerida y todavía les dio otras sorpresas a sus padres. En la preparatoria llevaba reprobadas todas las materias y pertenecía a un grupo homosexual donde participaban muchachos mayores. El padre estaba enloquecido y juró demandarlos a todos porque su hijo era menor de edad.

Como ellos, muchos padres no saben educar y cuidar a sus hijos. No se hacen responsables de ellos, ni saben dónde y con quienes andan, qué miran en internet o en la televisión por cable, qué hacen en sus ratos libres. Es la era digital, globalizada, del conocimiento, y algunos culpan a la escuela que atiende a cientos de niños. Pero estos padres “light” no son capaces de cuidar a dos o tres menores.

Descuido de los padres, narcocorridos, series sobre la vida dispendiosa de traficantes famosos, pornografía por internet… Nuestro conocido, el soñador navideño que me cuenta esta historia, se lamenta por no haberle sabido transmitir seguridad a su hija. Quizá hubiese evitado un embarazo no deseado.

gilnieto2012@gmail.com

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