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Carta de mi hija Nadia Viviendo en el error

Superiberia

Gracias al líder nacional del PAN, se me cayó la venda de los ojos y me di cuenta que mi esposo y yo, estamos viviendo en el error. Hemos apostado en México nuestros mejores años de edad productiva e incluso la educación preescolar y básica primaria de nuestras hijas, nuestro proyecto de familia es ese, que las pequeñas aprendan aquí español y alemán y absorban todos los colores y sabores de su “Matria”, porque la “Patria” todavía no nos da las condiciones para ir a vivir allá, incluso a pesar de lo generosa que puede llegar a ser esa tierra, no hay oportunidad de que nuestras niñas crezcan en un ambiente bicultural como aquí. 

Sí, yo estaba convencida de que nuestra decisión, además de prudente y sabia, era la más conveniente. Sin embargo, para sorpresa propia y de muchos otros, me encuentro con que el joven líder del PAN, de tan sólo 37 años de edad, formuló un proyecto familiar diferente al nuestro: envió a sus pequeños de primaria y kínder a “estudiar inglés” a USA (un idioma no se estudia, se aprende, por cierto), de una manera por demás peculiar: casa en barrio residencial y escuela de paga, por la simple y sencilla razón que no había de otra, pues al no ser ciudadanos americanos no pueden gozar de la escuela pública, además de que la escuela se asigna en razón de la ubicación del domicilio. Pero este no es tema de esta nota, lo es el siguiente planteamiento:

¿Ricardo Anaya tiene derecho a mandar a sus hijos de primaria y kínder a estudiar al extranjero? 

La respuesta es sí, siempre y cuando sea con medios propios y bien habidos. Que su familia viva 2 años fuera del País es derecho de quien tiene los medios y las ganas para hacerlo. Siempre que esos medios sean lícitos, sean producto del esfuerzo digno. Revisé rápidamente en Wikipedia su trayectoria, y la verdad no indagué más por flojera, (nomás de verlo el hombre me da flojera) y curiosamente no arroja resultados de su vida como empresario, sólo de su trayectoria política desde que fue diputado local en Querétaro, hace como 10 años y hasta ahora como líder del PAN, pasando por la Secretaría de Turismo, también da cuenta de su formación académica destacada como abogado y politólogo. No dudo que su talento profesional también le sirva como empresario, debe ser muy bueno, para darse el lujo (porque sí lo es) de ubicar a su esposa y tres hijos en el extranjero durante cierto tiempo, a tan temprana edad escolar.  Hay quienes aplauden ese esfuerzo y preocupación de un hombre de darles a temprana edad una educación bicultural a sus hijos. Yo también la aplaudiría si se tratara de un empresario, o un emprendedor que jamás ha tenido a su alcance recursos públicos y que no lidere un partido que pugna por la corrupción de nuestro País. Aplaudiría a Anaya como político si su 3 de 3 fuera congruente. Le aplaudiría como empresario si se tratara de empresas que generan empleos o socialmente responsables, pero ¿Plazas comerciales? ¿En serio? Yo también quisiera vivir de mis rentas. Y no tiene nada de malo. 

El tema central aquí ya no es si como empresario es exitoso o no. Vamos a suponer que su dinero ha sido ganado lícitamente. Todo bien. Pero hay un pequeño detalle. Es líder de un partido político en México, del cual han emanado los gobernadores de Entidades Federativas donde viven 40 millones de mexicanos. ¿Cuántos de esos 40 millones de mexicanos pueden mandar a sus hijos al extranjero a estudiar? ¿Cuántos de esos 40 millones de mexicanos gobernados por ese partido no han tenido que mandar a sus familias lejos por seguridad, por haber sido amenazados? ¿Cuántos de esos 40 millones no han tenido que irse a ese País como ilegales? Eso es algo que al formular su proyecto de familia, hace ya varios años, cualquier político aspiracionista debería haber tenido en mente. 

Estoy siendo bastante generosa, concediendo mi buena fe al origen de su riqueza como lícito y bien habido, pero todos sabemos que no es así, al menos los que recordamos ciertas conversaciones telefónicas con el hoy Gobernador electo en Veracruz, por poner un ejemplo, que podría cuestionar la legalidad de su solvencia económica.

En verdad, lejos de sentir coraje me dio pena (en el sentido de tristeza), por darme cuenta que aunque muchos (mexicanos y extranjeros) estamos apostando nuestras canicas a este hermoso País, algunos miembros de la clase política (producto de la sociedad wannabe en que se ha convertido la clase mediocre media mexicana), se empeñan en lo contrario, repitiendo los viejos vicios de corrupción política que no han permitido a nuestro País salir del subdesarrollo.

Dios tenga piedad de nosotros, de nuestros hijos y de nuestros nietos, pues estamos y seguiremos pagando el pecado de la ignorancia ajena y la apatía propia, que nos hacen seguir viviendo en el error.

Es cuanto. 

Nadia.

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