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Compositor y cantante Recuerdos de: Ray Pérez y soto

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Zongolica.- Nacido en Orizaba por azares del destino, zongoliqueño de crianza y trovador por herencia, Raymundo Pérez y Soto es uno de los hijos predilectos de la zona serrana, donde a pesar del paso del tiempo prevalece a través del himno que identifica a la tierra donde sus abuelos, padres y familia, vivieron desde el siglo pasado y siguen habitando las nuevas generaciones.

Recientemente fue galardonado con un homenaje post mortem encabezado por autoridades de la Pluviosilla, el compositor de más de 200 melodías emerge como una figura difícil de pasar por alto, debido a su ejemplo de triunfo en las décadas en que la Sierra era un punto olvidado.

Según el libro Zongolica, su tránsito por la Historia, de Humberto Josué Altamirano Hernández, Ray nació el 15 de marzo de 1908, en el seno del matrimonio integrado por: Porfirio Pérez Mellado y María Susana Soto Quevedo, quienes procrearon 9 hijos y vivían en Los Portales, lugar ubicado cerca del Parque Juan Moctezuma y Cortés, sitio en que disfrutó su infancia el hombre que años después recorrería Latinoamérica llevando la música que le salía del alma.

“Fue Licenciado en Derecho, ranchero y músico. Aunque no ejercía ninguna de las tres profesiones, a él le gustaba componer música especial, porque afirmaba que sus canciones no se iban a estar cantando en cantinas. Yo le pedí un día que compusiera como José Alfredo Jiménez y me dijo que no, que su público era gente selecta”, comparte con nostalgia y una chispa de alegría, José Flavio Pérez, sobrino del artista.

Entre sus múltiples composiciones, más de 200, destaca La Cigarra, que ha sido grabada por figuras de talla internacional. En esta canción, José Flavio afirma haber corregido a su famoso tío mientras terminaba de arreglar la letra, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado.

“Una noche me preguntó, cómo se escuchaba mejor una línea de La Cigarra, donde él había escrito: Bajo la sombra de un mango; debido a que había un árbol de ese fruto frente al rancho La Cabaña, que es donde vivía y componía por las noches, y yo le propuse que en lugar de mango, cantara árbol, pues los mangos no todos los conocían, y así se quedó la canción, con mi corrección”, comenta orgulloso, el sobrino del cantautor.

Sobre su personalidad, afirma que era: melancólico, callado, no le gustaba el relajo, pero era muy  sensible. Relata que su carácter lo llevó a ser Alcalde en 1953, sin embargo, al no permitírsele trabajar a su manera, renunció al año de haber tomado protesta. Según su hija, Aída Pérez Flores mejor conocida como Aída Perlú, hay alrededor de 50 canciones inéditas que siguen promoviéndose por uno de sus 3 hermanos en la Ciudad de México, responsable de proponerlas para su grabación, como lo ha hecho Vicente Fernández, Lola Beltrán, Linda Ronstad, entre otros.

Ella lo recuerda como el mejor de los padres. Lo describe como cariñoso, amoroso y sensible. Aída es fruto de la última pareja del compositor, Beatriz Flores Lucido, quien también era cantante y formó con él, el famoso dueto Ray y Lupita.
Relata haber vivido en la Ciudad de México y sólo en vacaciones visitaba Zongolica, aunque la mayor parte del tiempo se refugiaba en su rancho, La Cabaña. Como artista, expresa que era muy exigente, aunque muy querido por sus alumnos de canto y música.

“Era ser humano sensible, consentidor conmigo. Era su princesita y todo el tiempo se mostraba muy cariñoso. Él me enseñó las cosas de rancho, el tratar con los animales a quienes quería mucho, al grado de que en la casa llegamos a tener hasta 7 perros. Trataba muy bien a sus animales, los cuidaba y le molestaba que sus trabajadores descuidaran a sus yeguas o caballos”, recuerda la heredera del talento orizabeño.

Con voz firme, expresa haberlo visto componer la melodía Como dice el Refrán. Asegura que el inicio de esta letra fue con lágrimas, pues era muy significativa para él. Añora algún día escuchar que una calle de la ciudad lleva el nombre de su padre, o ver un busto de su progenitor en la Alameda, quizá algo relacionado con La Cigarra, la canción favorita de Pérez y Soto, escrita por una vivencia propia, como todas sus canciones.

Entre tantos recuerdos, Aída Perlu habla de lo inesperado que le resultó la muerte del ídolo.

“Fue sorpresivo cuando murió. No fumaba ni tomaba. Era deportista, tenía medallas de atletismo y natación, incluso le gustaba aventarse de La Quebrada de Acapulco y de niños nos enseñó a nadar. Su corazón, no aguantó el tercer infarto que enfrentaba a los 83 años en el Hospital Español. Cuando se fue, nos heredó el amor por la música, por su tierra de nacimiento y de crianza, pero sobre todo nos dejó la satisfacción de ser hijos de un hombre que trascendió las fronteras”, finalizó.

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