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De política y cosas peores

Superiberia

Me da 10 paquetes de condones”. El farmacéutico no dejó de sorprenderse ante aquella inusual demanda que le hizo la atractiva clienta, una muchacha bella y joven. Le preguntó, sin embargo, con actitud profesional: “¿De qué medida los quiere, señorita? ¿Grandes? ¿Medianos? ¿Chicos?”. Replicó la muchacha: “Démelos revueltitos. Mis papás no me dejan tener novio formal”. Conocemos de sobra a don Usurino Matatías. Es el hombre más avariento, cutre, cicatero, manicorto y ruin de la comarca. Tan avaro es que sus convecinos lo llaman “el avaro patrio”. Por estos días su hijo más pequeño cumplió años, y don Usurino le regaló un caramelo envuelto en papel celofán. Con tono magnánimo le dijo al niño: “Y pronto podrá m’hijo desenvolver su caramelito y comérselo. Ya viene la Navidad”. Una sexoservidora fue acusada de haber roto el escaparate de una joyería la noche anterior para apoderarse de valiosas gemas y relojes finos. “La acusación es falsa -se defendió ella-. Toda la noche me la pasé en la cama. Y tengo 14 testigos para probarlo”. La mamá del Estrangulador de Boston le confió a una amiga: “Me preocupa mi hijo. Nunca sale dos veces con la misma chica”. López Obrador está fabricando un candidato presidencial. Tal es el resultado de la biliosa campaña que ha emprendido contra Ricardo Anaya, a quien venció en la pasada elección presidencial con la oportuna y eficaz ayuda de aquél al que no ha tocado ni con el pétalo de una fiscalía. AMLO está haciendo un mártir del panista, y los mártires son buenos candidatos. A San Lorenzo, por ejemplo, los enemigos de la fe lo asaron vivo en una parrilla. Pues bien: si resucitara hoy -lo dejaron término medio- y se postulara como candidato a presidente del Gobierno de España, seguramente hasta los vascos y los catalanes le darían su voto. Aquí la 4T tiene dos precandidatos: un señor (de paja, piensan muchos) y una señora que en opinión de algunos será otra señora. La oposición, en cambio, no tiene precandidato alguno. Pero López Obrador ya lo está fabricando. Nadie sabe para quién persigue, injuria y hostiliza. El jefe de compras de una gran tienda de departamentos trataba con gran favoritismo a la guapísima vendedora. Cada vez que en la soledad de su oficina le hacía un nuevo y cuantioso pedido le decía: “Es un placer hacer negocio con usted”. Respondía ella: “Y con usted es un negocio hacer placer”. El Lobo Feroz le comentó a Caperucita Roja: “Hay una errata en la edición del cuento. Dice: ‘El lobo se comió a Caperucita’. Y qué bueno que la letra está equivocada; de otra manera ahora estaría yo en serios problemas”. El penitente le dijo al joven cura en el confesonario: “Acúsome, padre, de que deseo a la mujer de mi mejor amigo. Es una mujer fea y antipática, pero no sé por qué la deseo con pasión”. Le indicó el sacerdote: “Pues eres un pendejo, hijo mío. La penitencia es la misma por desear a una mujer guapa y simpática que a una fea y antipática”. Frinesia, muchacha más que conocida, casó con Candidito, ingenuo joven. A los tres meses de la boda la desposada dio a luz un robusto bebé. El joven marido se amoscó: “Entiendo que los bebés nacen a los nueve meses de casados los papás”. “Yo tengo otros datos -replicó Frinesia-, pero si así lo prefieres los demás que vengan serán nuevemesinos”. Doña Macalota, la mujer de don Chinguetas, le contó a su vecina doña Pasita, la esposa de don Veterino: “Estoy tratando de matarle a mi marido el monstruo del alcohol, el monstruo del tabaco, el monstruo de la lujuria.”. Replicó doña Pasita: “Y yo estoy tratando de matarle al mío el monstruo del alcohol y el del tabaco. El de la lujuria ya lo trae bastante atarantado”. FIN.

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La revancha de Alonso Ancira

Robos se salen de control: vecinos