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¿De quiénes son los pleitos del PAN?

Superiberia

La crisis tribal que se ha presentado en el PAN es muy desconcertante para quienes vivimos fuera del panismo. Que Gustavo Madero haya defenestrado a Ernesto Cordero. Que lo cambie por un ex priista. Que los senadores panistas se solidaricen con su ex líder. Que Felipe Calderón se incorpore al pleito. Todo ello nos induce a laberintos.

La principal de nuestras confusiones reside en saber quiénes son los protagonistas reales del pleito. A muchos nos cuesta trabajo creer que Madero y Cordero sean panistas tan importantes como para dividir a la bancada senatorial, hoy día, la élite visible de la organización blanquiazul. Y aquí surgen varias suposiciones, que ni siquiera hipótesis.

La primera es que uno de los rijosos reales sea Felipe Calderón cuyas credenciales panistas, sin duda, son superiores a las de los combatientes visibles y quien, supuestamente, es el líder político o moral de media bancada senatorial. Pero, entonces, ¿contra quién pelea Calderón? ¿Quién, en el panismo, es de su nivel? No será contra Madero. ¿O será que pelea contra fuerzas ajenas? Luego, entonces, ¿estará peleando contra el gobierno o contra el Presidente?

Otra posibilidad es que el pleito sea entre una mitad del PAN contra la otra y que la razón fuera que una es muy obsequiosa con el priismo y la otra es muy opositora. Pero el mínimo uso de nuestra memoria y de nuestra razón nos dice que esa es una hipótesis infantil. En el PAN, nadie está tan cerca del PRI y nadie está tan lejos del PRI, como para llevarlos a una guerra civil.

La tercera es que Madero y Cordero sean los peleadores reales. De ninguna manera los menosprecio pero, si ellos son los verdaderos líderes actuales del panismo, algo tendrá que hacer ese partido y más les vale que sea muy pronto.

Desde luego, en todos los partidos se han dado camorras. Algunas, con grandes personajes, no con figuras pequeñas. Los priistas bien recuerdan los pleitos que fueron verdaderas colisiones, no episodios menores.

En 1935 se pelearon Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas. Se disolvió el gabinete. Se corrieron funcionarios. Se exilió al ex Presidente. Fue una crisis. En 1970 se pelearon Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Fue en plena campaña presidencial. Se habló de sustitución del candidato. Nunca se reconciliaron. Fue una crisis. En 1995 se pelearon Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. Hubo huelgas de hambre. Renuncias. Familiares encarcelados. Fue una crisis.

También se han dado combates de “segunda división”. La “guerra de Los Tucomes” en el PRI, y “la batalla de Los Chuchos” en el PRD. La de Los Tucomes llevó al PRI, en 2006, a su peor derrota histórica. Roberto Madrazo contra una docena de priistas renombrados dividieron transitoriamente al partido. Hasta que surgió un liderazgo, si no indiscutido sí indisputado, que culminó con la victoria de 2012. Y es que las divisiones internas no se resuelven con convenios sino con liderazgos.

Nos queda en claro que los panistas deben seguir muy sumergidos con los resultados de la última elección, mientras que los priistas y los perredistas están muy contentos. Tienen razón en estar alegres. No sé si los panistas están tristes, están preocupados, están enojados o una combinación de todo. Como estén, también tienen razón en estarlo.

Tampoco sé cómo reacciona, en estos tiempos, la sicología política del panismo frente a una derrota tan significativa como lo son cuando los gobiernos en el poder pasan a ser tercera fuerza. No sé si su sique los induce a escaparse, a deprimirse o a reaccionar para adelante.

Si se deciden por el escapismo estarán perdidos. Si buscan en otros a los culpables de su derrota, lo único que van a encontrar son otras derrotas. Sus contrincantes podrían, desde ahora, iniciar sus celebraciones. Si se embarcan en la depresión, la derrota se convertirá en fracaso, habida cuenta de las diferencias de magnitud que hay entre una y otro.

Si, por el contrario, han optado por echarse para adelante entonces es de suponer que, desde ya, están trabajando para su rectificación y para su restitución. Pero aclaro que no sé cómo son ni sé lo que están haciendo. Supongo que lo sepan quienes están obligados a saberlo.

La sicología política de la derrota no siempre funciona igual. En las elecciones estadunidenses de 1960 los republicanos sufrieron una apretadísima derrota, todavía hoy cuestionada. De allí partieron hacia una debacle depresiva que los llevó, en 1964, al peor fracaso electoral en la historia de su país.

Pero de allí se echaron hacia adelante para triunfar. Richard Nixon, Ronald Reagan y los dos George Bush, padre e hijo, ganaron en siete de las siguientes diez elecciones.

En fin, repito que yo no sé cómo son ni cómo piensan los panistas. Pero no es tan importante que no lo sepamos ni yo ni el resto de casi todos los mexicanos. Para nosotros, simplemente la vida va. Pero para los panistas es importante que lo sepan, por lo menos, quienes están obligados a saberlo e interesados en componerlo.

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