in

DEL BREVIARIO CARLOS GURAIEB ABELLA; LA ECONOMÍA DE LAS FRONTERAS

Superiberia

DEL BREVIARIO CARLOS GURAIEB ABELLA

LA ECONOMÍA DE LAS FRONTERAS

 

De las fronteras se pueden decir muchas cosas. Suelen alojar mercados importantes, a veces formales (Canadá y Estados Unidos), a veces informales (República Dominicana y Haití). A menudo, sirven como instrumento de capital político siendo utilizadas por los gobiernos de turno como pretexto para promover nacionalismos (Perú y Ecuador; Colombia y Venezuela). Han llegado, en casos extremos, a dividir la población a lo interno de un país (El Apartheid en Suráfrica); o a quitar la salida al mar de una nación (Bolivia). Por estas y otras razones, no debe sorprender que el estudio de las fronteras sea de naturaleza multidisciplinaria y sus resultados principales, objeto de controversia. En el caso que nos ocupa, la economía, el impacto de un trazado fronterizo tiende a ser mucho más importante de lo que normalmente imaginamos.

Para nadie es un secreto que los conflictos fronterizos pueden desembocar en guerras fratricidas. Bastó una resolución de Naciones Unidas en 1948, para que judíos y árabes, hijos de la misma raíz, se desangraran en un conflicto bélico recurrente que parece no tener fin. Asimismo, la solución de una guerra interminable en el Sudán africano dio origen a la primera independencia del siglo XXI, la de Sudan del Sur. Por otro lado, las fronteras pueden ser el último eslabón de conflictos étnicos o religiosos insalvables, muchos de los cuales han terminado en genocidios. La famosa partición de la India en 1947 o la trasmutación de la Yugoslavia Socialista en varias naciones son solo algunos ejemplos.

No es difícil imaginar las consecuencias económicas de estos conflictos que mucho tienen que ver con un trazado cartográfico. De hecho, una vez delineadas las fronteras, las condiciones de vida individuales pueden ser dramáticamente diferentes si se nace de un lado u otro. Pensemos por un momento en el amplio abismo económico que separa a las dos Coreas, condenadas a compartir una península. El Norte, revuelto y brutal, lejos de la democracia y la prosperidad, sigue una ruta divergente del mundo industrializado. El Sur, liberal y abierto al comercio, con reconocido respeto a las libertades públicas, alcanza un nivel de vida que nada tiene que envidiar a las naciones desarrolladas. No hace falta ser coreano para percibir la importancia de nacer a un lado u otro de la frontera.

Si es importante el lado de la frontera en que se nace, también lo es el tiempo en que se vive en este entorno geográfico. Hoy en día, Alemania representa el corazón y el alma de Europa. Pero, durante la Guerra Fría, el territorio germano alojaba la frontera más importante de su tiempo. Allí se levantaba arrogante el infausto muro que separaba dos formas de ver la vida. De un lado, Alemania Occidental, rica y recuperada de los embates de la Segunda Guerra Mundial. Del otro, Alemania Oriental, auto flagelada por un ostracismo económico que la condenaba al segundo mundo. La caída del muro y la desaparición de la frontera abrieron camino al proceso de convergencia económica mas rápido que recuerda la historia. En 1991, el PIB de Alemania Oriental era apenas un 30% del PIB de Alemania Occidental. En la actualidad es casi un 80%.

Y no se trata solo de países. El cambio de los mapas a través de la historia ha definido el destino de ciudades milenarias. Alepo es un buen ejemplo. Símbolo del horror humano y uno de los enclaves mas alejado de la prosperidad en los días que corren, Alepo fue, no hace tanto tiempo, el centro de una de las rutas de comercio más dinámicas del mundo. En el siglo XIX, solo Constantinopla y Egipto eran más importantes, dentro del Imperio Otomano. Y no precisamente en lo comercial. Con su amplio rol protagónico en la Ruta de la Seda y su liderazgo durante la Era del Bronce, Alepo no era segunda de nadie en materia comercial. Bendecida por una ubicación equidistante entre el Éufrates y el Mediterráneo, Alepo llegó a simbolizar el progreso que se puede alcanzar con la apertura económica.

Contrario a lo que se puede pensar, el dinamismo comercial de Alepo desapareció mucho antes del asedio indiscriminado a que ha sido sometida por el Estado Islámico, el Gobierno Sirio y un triángulo de países. Bastó una decisión burocrática de ingleses y franceses de trazar líneas cartográficas en el Medio Oriente para que eventualmente, Alepo perdiera su salida al Mediterráneo y con ella, su gran vocación comercial. Cierto es que la ciudad mantuvo alguna relevancia manufacturera en la Siria Moderna, pero económicamente nunca volvió a ser lo que era.

 

Más allá de los países y las ciudades, los trazos fronterizos han sido determinantes en el lento progreso económico de un continente, África. El mapa africano actual casi en su totalidad fue definido en colusión por varias potencias europeas en la llamada Conferencia de Berlín en el siglo XIX. Esa repartidera, basada en trazados fronterizos dibujados por las potencias europeas sin participación africana, estuvo fundamentada en unas pocas reglas consensuadas por las naciones signatarias. Así, quedaron separados grupos humanos de la misma etnia. Y juntos, antagonistas tribales con diferencias irreconciliables.

Como era de esperarse, las disputas fronterizas de origen étnico, tribal, geográfico o religioso se acentuaron con la independencia de los países. Así, la inestabilidad social y política fue caldo de cultivo para la aparición de instituciones discriminantes y extractoras. Desde entonces, en África, el estancamiento económico en diversas manifestaciones ha sido mas la norma que la excepción. Hoy en día, el PIB per cápita del África es apenas un 17% del PIB per cápita promedio a nivel mundial. Aunque no toda la diferencia se debe al trazado de las fronteras, una cuota importante de las restricciones de crecimiento de la región se debe al flaco servicio de los dibujantes de mapas.

Una de las características de las naciones que comparten fronteras, sobre todo si se trata de economías en desarrollo, es que su ingreso tiende a discrepar con el paso del tiempo. Eventualmente, esta divergencia convierte a la frontera en un puente por el que transitan, en busca de mejor vida, grandes conglomerados humanos. Así, el peruano cruza a Chile, el nicaragüense a Costa Rica, el zimbabuense a Suráfrica y el haitiano a República Dominicana. Por razones obvias, la divergencia económica que provoca el último de los flujos migratorios es de nuestro interés. De hecho, constituye el tema central de la segunda parte de este análisis. Hasta entonces.

CANAL OFICIAL

Se desconecta Facebook e Instagram en todo el mundo

Reino Unido y Europa logran progresos para concretar salida inglesa