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EL COSTO DE LA DECENCIA

Superiberia

Por: Andrés Timoteo  /  columnista

EL COSTO DE LA DECENCIA

Los al menos cuatro mil hondureños que ingresaron a México el pasado fin de semana, desbordando la valla de seguridad entre Guatemala y Chiapas, y que marchan rumbó a los Estados Unidos son un reflejo complicado para nuestro País por muchas razones. La primera porque esos centroamericanos emigrando son semejantes a los miles de mexicanos que cada año se dirigen hacia la frontera norte.

Los nuestros se van al País vecino sin visas para ingresar y residir legalmente al igual que los indocumentados -que no ilegales- que hoy caminan este suelo. Unos y otros corren peligro al aventurarse hacia el norte, desde el riesgo por la orografía: desiertos y ríos donde mueren muchos hasta las trampas mortales de los hombres: policías y criminales que los roban, secuestran, explotan para los carteles de la droga y los matan.

También por eso ahora los hondureños viajan en caravana pues el seguimiento de los medios informativos ahuyenta a los lobos que esperan su paso para cebarse sobre ellos. Hondureños y mexicanos emigran también por la miseria de sus lugares de origen, buscando el llamado “Sueño Americano” que a estas alturas ya no es convertirse en millonarios sino juntar y enviar dinero para que sus familias sobrevivan.

La mayoría de los que vienen en la llamada Caravana de Migrantes son originarios de San Pedro Sula, una ciudad hondureña clasificada entre las más inseguras y mortíferas del continente.  La violencia por las pandillas de maras -las más grandes son la M-13 y Pandilla 18,- y el narcotráfico, han convertido a San Pedro Sula en el lugar más violento del mundo en los años 2012 y 2014 según las mediciones de varios organismos internacionales.

A eso hay que agregarle la pobreza extrema pues en esa ciudad hay familias enteras que viven con menos de 2 dólares al día -38 pesos mexicanos- para alimentar al menos cinco bocas. En resumen, tanto centroamericanos como mexicanos se van de su País huyendo de la miseria y de la violencia, y además se enfrentan a la discriminación entre sus propios congéneres latinoamericanos.

Por ello, los que ahora marchan por tierra azteca son al mismo tiempo una suerte de retrato de los mexicanos que también toman rumbo hacia el norte. De ahí que es doloroso e incómodo ese espejo. Cerrarles el paso, mandarles la policía a retenerlos y azuzar a la intolerancia y la xenofobia desde las redes sociales es escupirnos a nosotros mismos, reproducir la violencia y discriminación que padecen nuestros migrantes en tierra ajena.

México no puede caer en esa doble moral y como bien lo dice el periodista y escritor Jorge Zepeda Patterson, hay que exigir que el gobierno no obedezca al xenófobo Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, quien pide atajar la caravana de migrantes incluso con la fuerza policíaca y militar para que no llegue a la frontera. Darle la espalda al tirano del norte y darles la mano a los hermanos del sur, tolerando su paso a pesar de las amenazas del imperio es el “costo de la decencia”.

Por lo pronto, en un gesto de dignidad y de buen pastoreo, la Conferencia del Episcopado México (CEM) llamó a todos para “salir al encuentro de los desplazados” y “escuchar el grito del pobre y el desplazado”, y puso a disposición de los caminantes los 133 albergues que tiene en todo el país.

Ese llamado incluye a los obispos y sacerdotes para asumir su deber de pastores y ponerse al frente del dialogo con instituciones civiles -léase el gobierno: desde policías hasta alcaldes y mandatarios estatales- para que los caminantes hondureños no sean atajados ni reprimidos ni detenidos. A ver si obedecen los tozudos jerarcas católicos.

Durante la madrugada del domingo, la caravana reanudó su marcha hacia la ciudad de Tapachula, Chiapas. No se ha confirmado si tomará la ruta por Oaxaca o por Veracruz ni tampoco si se aventurarán a treparse al ferrocarril que llaman “La Bestia” -hay niños y ancianos que acompañan al grupo- para acortar el tiempo hacia la frontera norte.Si lo hacen por territorio veracruzano seguramente en los próximos días se tendrá a esos caminantes recorriendo municipios como Las Choapas, Coatzacoalcos, Sayula, Tierra Blanca, Acayucan, Córdoba y Orizaba.

LA TRAGEDIA PROPIA

Mientras eso se espera, Veracruz también tiene sus propias tragedias humanitarias y no por la migración por sobrevivencia. Hay otras también vividas desde hace años como los desastres derivados de los meteoros. Las lluvias provocadas por el Frente Frío número 6 desbordó ríos, decenas de poblados y damnificó a cientos de familias en al menos una veintena de municipios durante los últimos días.

Según la alerta informada ayer por el gobernador en los días venideros podría agravarse la situación porque las precipitaciones pluviales en las zonas altas aumentarán los caudales de las afluentes y anegarán a los municipios ribereños. Es decir, llueve sobre mojado a los mismos de siempre, esos que viven en zonas de alto riesgo porque no tienen recursos para reubicarse. Los pobres son los damnificados de siempre.

Pero otra calamidad igual de preocupante es que en la contingencia climatológica el que brilla por su ausencia es el gobernador electo, Cuitláhuac García, quien menosprecia el tema aun cuando faltan menos de 40 días de que asuma la responsabilidad del Estado. Lo mismo hace con el tema de la Seguridad Pública y el combate a la delincuencia organizada.

A estas alturas es para que García Jiménez hubiera mandado por lo menos un representante a las reuniones que cada fin de semana celebra el Grupo de Coordinación Veracruz. No lo ha hecho y ni siquiera se ha interesado en buscar por cuenta propia a los mandos del Ejército, la Marina o las corporaciones policiacas que dependen de la Federación, y están involucrados en la lucha contra el crimen organizado.

El gobernador electo ya descalificó las sesiones del comité ciudadano vigilante de los preparativos para la entrega-recepción -llamándolos “patitos” en ese ‘culto’ vocabulario que exhibe-, ha desdeñado el tema de seguridad pública y ahora hace lo mismo con la emergencia por los daños generados las lluvias. Vaya, ni siquiera Javier Duarte mostró esa indiferencia pasmosa eso en su etapa de “gobernador electo”.

Aún sin tomar posesión, en aquel 2010, envió a quien sería su futura secretaria de Protección Civil, Nohemí Guzmán a atender a los damnificados por las inundaciones registradas en el sur de la entidad. También elactual Gobernador encabezó brigadas de ayuda a damnificados e hizo recorridos en zonas afectadas por la tormenta tropical “Earl” cuando era mandatario electo a finales del 2016. ¿Y Cuitláhuac García? Ni le va ni viene la emergencia de los veracruzanos, anda bailando salsa los fines de semana, según reportan sus biógrafos.

¿PAGARÁ EL OAXAQUEÑO?

La reacción tardía hacia hechos de lesa humanidad es pasmosa. Aún así, finalmente llegó la recomendación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) al Gobierno del Estado para que les sea “reparado” el daño a 35 jubilados del Instituto de Pensiones del Estado (IPE) que fueron apaleados por la policía estatal en la Plaza Regina de Xalapa en diciembre del 2015.

El Gobierno Estatal anunció que será acatada dicha recomendación y le darán cumplimiento, pero la pregunta obligada es sí, entonces, procederán penalmente contra el exgobernador Flavino Ríos Alvarado quien públicamente asumió haber dado la orden para arremeter contra los pensionados. ¿Interrumpirán la placidez de oaxaqueño Ríos Alvarado quien ahora goza de libertad bajo caución obtenida dentro del proceso judicial que se le sigue por haber facilitado la huida de su antecesor, Duarte de Ochoa?

La recomendación de la CNDH establece que la Fiscalía General debe abrir carpetas de investigación y determinar la responsabilidad de al menos cuatro funcionarios públicos, además de deslindar responsabilidades administrativas sobre todos los servidores estatales involucrados en la agresión contra los pensionados. Atacar con la policía a trabajadores jubilados por reclamar lo que legalmente les corresponde: su pensión, fue uno de los peores actos del gobierno de Duarte y dejar sin castigo a personajes como el oaxaqueño Flavino Ríos será un oprobio similar.

LA MARCHA DE LOS MOCHOS

El sábado anterior miles de católicos marcharon en 140 ciudades del País para exigir que los gobiernos emanados del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) saquen de la agenda legislativa la despenalización del aborto. Los antiabortistas piden que el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, ordene retractarse a quien será su secretaria de Gobernación, la ministra en retiro, Olga Sánchez, quien ha adelantado que se otorgará a la mujer el derecho a decidir sobre su cuerpo.

Lo mismo con el presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo quien esta semana permitirá que al recinto legislativo se ingrese una iniciativa para reformar diversas leyes y otorgar libertades a las féminas, entre ellas la de interrumpir el embarazo. Igualmente, en Veracruz marcharon contra la pretensión de que se dé cumplimiento a la Segunda Alerta de Género y se modifiquen las normas para despenalizar el aborto.

Marcharon los mochos y no será su única caminata ni tampoco la única presión hacia los legisladores y gobernantes. Los radicales piden que se preparen excomuniones hacia gobernadores y diputados que aprueben la legalización del aborto y los más moderados proponen que se manden a miles de feligreses a bloquear las sedes parlamentarias y palacios gubernamentales a fin de aumentar la presión.

La belicosidad aumentará próximamente. No es algo anecdótico que se concrete a los rezos en las capillas o a las romerías con vestimenta blanca. No, ésta lucha lleva milenios, desde que el útero fue declarado propiedad divina y se satanizó a la mujer que quiso ser dueña de su cuerpo. Pecadora, criminal o loca, siempre digna de castigo, es la exigencia eterna la Iglesia Católica para la mujer abortista.

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