in

El entorno y la persona

Superiberia

 Por: Gilberto Nieto Aguilar  / columnista

Se dice que una persona es, después de haber nacido, la carga genética que porta, la crianza que tuvo, el entorno que lo educó y finalmente la interpretación que desarrolla del mundo y de la vida. En lo que respecta a la familia, comenzamos esta historia en 1942, con la publicación del libro de Carl Rogers Orientación psicológica y psicoterapia, quien realiza una serie de planteamientos tendientes a esclarecer su posición frente al proceso terapéutico, la personalidad y la naturaleza humana. Once años más tarde, el psiquiatra norteamericano Harry S. Sullivan publica The Interpersonal Theory of Psychiatry afirmando que las personas son producto de su entorno.

En 1956 Abraham Maslow recalca la importancia de las “experiencias cumbre” en el camino de la autorrealización. Nueve años después el psiquiatra argentino Salvador Minuchin desarrolla la terapia familiar en la Philadelphia Child Guidance Clínic y en 1980 la psiquiatra italiana Mara Selvini Palazzoli y sus colegas publican una serie de artículos sobre el enfoque de la terapia familiar en la escuela de Milán. 

La familia es el grupo humano primario más importante en la vida del hombre, la institución más estable en la historia de la humanidad. El hombre nace y vive en familia; posteriormente él mismo crea su propia familia. Es innegable que cada hombre o mujer, al unirse como pareja, aportan a la familia recién creada su manera de pensar, sus valores y actitudes (“La familia en el proceso educativo”, especialistas del Centro de Referencia Latinoamericano para la Educación Preescolar, OEI).

Luego trasmiten a sus hijos una combinación genética y una crianza en la que transfieren los modos de actuar con los objetos, las formas de relación con las personas, las normas de comportamiento social, que reflejan mucho de lo que ellos en su temprana niñez y durante toda la vida, aprendieron e hicieron suyos en sus respectivas familias para así crear un ciclo que vuelve a repetirse (Ib.).

Aprendemos a reaccionar de cierta forma ante los miembros de nuestra familia. Tales reacciones configuran el papel que adoptamos, sobre todo, en los casos de tensión. Ese papel puede inhibir a nuestro yo auténtico y perpetuarse en la edad adulta. Es por eso que la psicóloga norteamericana Virginia Satir (1916-1988) considera que la familia es la “fábrica” en la que se hacen las personas.

En los casos de estrés, comenta Satir, aparecen tres actitudes derivadas de la familia: el que ve errores constantemente y se dedica a criticar (el acusador); el intelectual poco afectuoso (el calculador); el que confunde las cosas para desviar la atención de las cuestiones emocionales (el distractor); el complaciente que quiere quedar bien con todos (el aplacador); y el comunicador abierto, honrado y directo (el nivelador).

Sólo los “niveladores” mantienen una postura sana y congruente en la que sus sentimientos se corresponden con lo que comunican a los demás. Satir insiste que quienes adoptan los otros papeles tienen una autoestima baja, por lo que temen mostrar o compartir sus verdaderos sentimientos, les intimida la desaprobación, se sienten indignos, descubiertos y rechazados de alguna forma por los demás (“El libro de la psicología”, Santillana, México, 2012, págs. 146-147).

Las situaciones de conflicto son los escenarios que permiten ver el temple de la persona, pues cada quien resuelve de acuerdo a los recursos con los que cuenta. La vida es una sucesión de situaciones en las que hay que escoger, decidir, resolver, disponer, satisfacer, deliberar, plasmando –en cada acto– partes importantes de la personalidad.   

gilnieto2012@gmail.com

CANAL OFICIAL

Peña Nieto, indolente ante masacre de niños

Más temprano que tarde rendirá sus frutos