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El laberinto de la burocracia en México

Superiberia

 

Por Miguel Ángel Juárez Vázquez

 

En los países avanzados del mundo, el servicio público es un doble compromiso por una parte, moral y por otra legal, teniendo siempre presente que servir es, por política de empresa, siempre con la finalidad de obtener una satisfacción del que sirve y para aquel que recibe el servicio, esto se conoce como ética pública y por supuesto aquellas naciones aplican una formula sencilla hacia los empleados: el estímulo, el reconocimiento y la valoración hacia los servidores públicos. 

Aquí en México sucede todo lo contrario, la lista es inmensa de instituciones públicas que resultan pésimas e ineficientes en la prestación de los servicios públicos, por lo que mencionaré como ejemplo típico a una dependencia de gobierno recaudadora de impuestos, donde un servidor ha vivido en carne propia un vía crucis como usuario, en recibir un mal trato en el servicio público, pues la corrupción administrativa o gubernamental en nuestro país es una práctica común y muy frecuente. 

Sucede que acudí a realizar mis trámites y declaraciones ante esa dependencia de gobierno y grande fue mi sorpresa de todo lo que tuve que pasar, ver y aguantar. Primero debes obtener una cita con dos o tres días de anticipación vía internet, de ahí confirmar la dichosa cita, una vez que estaba ante el servidor público se me terminó el tiempo de 20 minutos por lo que me comentó que tenía que tener dos o tres citas o tramitarlas de nuevo para recibir como 45 minutos de atención, como es posible que eso suceda; pues, de lo contrario, quedaría incompleto el trámite (cosa ilógica), posteriormente te dan un catálogo de lo que puedes y debes facturar y para colmo, que las facturas de gasolina deben ser pagadas con tarjeta electrónica y no en efectivo, que las facturas de otros municipios no rebasen el kilometraje permitido y autorizado por ellos, y muchas trabas más, que lo dejan a uno helado completamente, con un mal sabor de boca y totalmente decepcionado, ya que va uno por obligación como lo estipula el artículo 31 fracción IV de nuestra Constitución, y no por gusto, a cumplir cabalmente con sus obligaciones fiscales, donde es ir a entregarles dinero que son nuestros impuestos y del cual no nos rinden cuentas claras en que lo gastan y como lo gastan, que somos pocos los contribuyentes, es decir, el grueso de la ciudadanía, los que ganamos poco y pagamos mucho, porque los que ganan demasiado no les pasa nada, pues viven en nuestro país en un total paraíso fiscal, sumándole todavía a todo esto, todas aquellas personas que con justa razón evadan el fisco por un micro negocio o un “changarro”, resultado de la pésima atención, por la poca o nula capacitación del personal, por la tramitología tan cansada, compleja y fuera de lugar, sumamente difícil resulta la forma de obtener los servicios para contribuir al tan cacareado “desarrollo de nuestro país”, de ahí que para ser bien atendido, y obtener por lo menos una sonrisa de un servidor público hay que dar para el refresco, mínimo cien o doscientos pesos porque menos es una ofensa en estos tiempos, y ¡ojo! No estoy diciendo que todos son corruptos o ineficientes, porque hay que señalar que existen fallas estructurales de organización, programación, control, coordinación, estrategia, etc., pero como todos tienen relación y actúan como un engranaje en una empresa o institución unos malean a otros porque todos dependen de todos para un trámite, así que en México siempre aparece el titular, el patrón, el jefe como el que está en contra de la corrupción, el funcionario o el servidor público como el que la combate y el usuario es el que la crea, origina y lleva la corrupción a la dependencia, al fin y al cabo a alguien hay que echarle la culpa, algo así como “al perro sarnoso se le cargan más las pulgas”, por lo tanto el servidor público que se corrompe pierde su razón de ser, su ética y su moral y por ende hay una pérdida de recursos públicos en todos los sentidos, daña la imagen de la institución, demerita el servicio social, afecta el patrimonio de las familias y de todo un pueblo. Y de refilón ¿qué podemos decir de los empleados o la burocracia sindicalizada?, que hagan lo que hagan no pasa nada y “trabajan” desde la comodidad de la mediocridad y la corrupción, en síntesis, todo esto origina injusticia tras injusticia, sin olvidar que todas aquellas personas que se dedican al campo, con pocos estudios, sin conocimiento previo de las cosas, son las más perjudicadas y las que más aguantan todo tipo de arbitrariedades, que acuden con miedo y como si fueran a pedir limosna a las dependencias de gobierno, por lo que se debe tener en sí, vocación de servicio y una capacitación constante misma que tiene que ir de la mano con una periódica supervisión, sin olvidar que la motivación, el estímulo y la competencia sana, son ingredientes básicos en el arte del servicio, la corrupción parece ser que llegó para quedarse y extenderse en nuestra gran nación, pues los mexicanos aguantamos eso y más, podredumbre que se vuelve cada día mas compleja y por consiguiente más difícil de erradicar.

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