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El minutero: La candelaria

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LA CANDELARIA

 

Ayer fue 2 de febrero, fiesta de la Virgen de la Candelaria, día de los tamales para pagar la manda de la Rosca de Reyes y llevar los “niños dioses” a los templos. El folclore y la fe mezclados, lo que distingue a México. En Tlacotalpan, uno de los lugares emblemáticos del país en este festejo, la Señora de las Candelas fue paseada en calles y sobre el Río de las Mariposas. Allí, un día antes, las bestias de dos patas se volvieron a aparecer para perseguir, herir, patear y apalear a los seis toros de corral que utilizan para el festejo sangriento. 

Desde hace años muchas voces han clamado por desaparecer ese ritual cavernícola de perseguir y matar a golpes a los toros. Los defensores de la saña dicen que es una tradición sacrosanta pero no va más allá de unos cuantos años y es una burda imitación de los encierros en honor a San Fermín en Pamplona, España, con la diferencia –abismal, claro- que allá utilizan toros de lidia y aquí unos pobres cebús de corral que son arrojados a merced de la horda intoxicada con alcohol y droga. La solución sería que prevaleciera el evento taurino pero soltando toros de lidia para ver cuántas bestias caen cuando intenten perseguirlos.

 Con unos morlacos de cuernos puntiagudos, los comodinos tlacotalpeños y los turistas sedientos de violencia sabrán lo que es amar a Dios en tierra de indios y ellos mismos pedirán a gritos que se termine la fiesta brava. En fin, Tlacotalpan el algo bello pero no por el encierro taurino ni los borrachos que ensucian sus calles y su fama sino por su ritual religioso y su belleza arquitectónica. Así, aunque ya es un tema que se ha recitado antes en este espacio, es tan bello que bien vale la pena repetir aquel poema que le dedicó el músico Agustín Lara a la Perla del Papaloapan, una joya de Veracruz para el mundo.

 “Tlacotalpan, montón de terciopelo/ donde el jarocho sueña y bebe nanche,/ donde baila la bamba y a su cielo,/ no hay un solo lucero que lo manche./ Tlacotalpan, mi sueño, mi promesa…/ Espuma de tazón de chocolate,/ deshilado mantel sobre la mesa/ y duelo de muñeca en el metate./ Pabellón de organdí, toldo tan puro/ que a un niño Dios de Navidad cubriera/ la enredadera que escaló el muro/ y la red que duerme en la ribera./ En el viejo portal que tanto añoro,/ mis primeros ensueños están presos/ ahí deben quedar porque te adoro:/ Tlacotalpan, mi amor, nido de besos”. 

Todo aquel que haya visitado Tlacotalpan, recorrido sus calles y convivido con su gente sabe que Lara retrató perfectamente en ese poema al pueblo de pescadores asentado a orillas del río Papaloapan. Y por supuesto, el músico-poeta no menciona en ninguna línea a la barbarie taurina que algunos engañosamente pretenden defender como si fuera patrimonio cultural. Lo mismo en Teocelo y Xico con las famosas “vaquilladas” donde al igual que Tlacotalpan es una verdadera contradicción que en un contexto de violencia extrema que castiga a Veracruz se fomente este tipo de rituales donde seres indefensos son víctimas de los excesos e instintos criminales de los humanos. Veracruz y México están hartos de la sangre de los inocentes pero las bestias de dos patas no lo entienden. 

Lo bueno del festejo tlacotalpeño es que no se paró por ese lugar el innombrable, tan acostumbrado a jorobar a los lugareños y apestar con tufo de azufre la ceremonia religiosa. El que asistió fue el homologo de apellido del gobernante veracruzano, César Duarte Jáquez, mandatario de Chihuahua, un político de baja denominación. Vaya, hasta en eso se ha devaluado la fiesta de La Candelaria pues antes el ritual atraía a quienes estaban encumbrados en el mundillo de la grilla política.

 

YA SACARON EL COBRE

 

También el fin de semana se cumplió el primer mes del cuatrienio de los alcaldes y el balance es negativo para muchos de ellos que ya dejaron relucir el cobre. Se promocionaron electoralmente como representantes del “cambio” y lo único que han cambiado es de número telefónico para que no los molesten los ciudadanos a los que se los dieron en campaña. También se anunciaron como buenos administradores pero han demostrado lo contrario. Se dijeron que vendrían a componer el tiradero que dejaron sus antecesores y a la fecha guardan silencio sobre las pillerías encontradas y se han negado a promover las denuncias penales correspondientes. Es decir, están en vías de volverse cómplices.

 Así, el ejemplo inmediato, al hablar de Tlacotalpan, es el alcalde Homero Gamboa Martínez, de quien todos esperaban que dieran un giro en la política cultural y eliminará el sacrificio de toros pero no fue así porque prefirió cerrar los ojos y recurrir a la demagogia para conservar el encierro taurino. Gamboa Martínez fue priista pero se postuló por Acción Nacional y logró vencer al priismo porque los tlacotalpeños repudiaban los tres periodos que encabezó el priista Hilario Villegas, quien retuvo el poder gracias a ser el administrador del rancho y cuadrilla de caballos pura sangre propiedad del innombrable por aquellas tierras. Nada cambió, Gamboa se porta igual que el caballerango de la fidelidad.

 En Córdoba, el munícipe por segunda ocasión, Tomás Ríos Bernal, también de extracción panista va por el mismo rumbo. Prometió transparencia y oculta la información financiera del Ayuntamiento. Criticó la corrupción imperante en las comunas anteriores pero no toca ni con el pétalo de una rosa a sus cuestionados antecesores, Francisco Portilla y Guillermo Rivas. Guarda silencio sobre el desastre que encontró. En contraparte, Ríos Bernal optó por elevarse su sueldo y también los de sus colaboradores de confianza como si las finanzas municipales estuvieran rebosantes. Vaya caradura.

 En Xalapa, donde el priista Américo Zúñiga no mueve un dedo ni siquiera para pedir que se investigue a su antecesora, Elizabeth Morales, actual dirigente estatal del PRI. Es más, el organigrama xalapeño está infestado de recomendados de Palacio de gobierno, de fidelistas y de la misma ex alcaldesa. O sea que el señor no cambió ni de calzoncillos al llegar a la silla municipal. 

Qué decir del puerto de Veracruz donde el empresario Ramón Poo Gil ya tuvo sus primeros deslices verbales al minimizar la ola robos a tiendas de conveniencia y asaltos a restaurantes. Se ve que los maleantes no han elegido a una de las Tiendas Contino, propiedad de su familia, si no ya estuviera pegando el grito en el cielo. Como el señor no anda a pie sino en camionetas blindadas y no le han tocado su patrimonio, optó por apegarse al discurso oficial de “aquí no pasa nada” e ignorar el clamor de los porteños. Ya le brilla el cobre a un mes de la asunción. 

El Boca del Río, el panista Miguel Ángel Yunes Márquez hace mucha alharaca pero a la fecha no hay una denuncia formal por el desastre financiero y las oficinas desvalijadas que le dejaron los alcaldes priistas Salvador Manzur y su sustituto, Anselmo Estandía –con este señor se ratifica que es mentira el mito de que por ser rico ya no tenía necesidad robar-. Yunes tampoco ha cumplido con lo mínimo que se esperaba de él: llevar al banquillo del ministerio público al titular del Sistema de Agua y Saneamiento (SAS), José Ruiz Carmona o por lo menos hacer pública la nomina, los aviadores y las corruptelas. A al munícipe boqueño no se le puede creer que carezca de esta información y su silencio suena a un pacto inconfesable con los granujas. Vaya, se tardó solo un mes en negociar bajo la mesa.

 

EL ELEFANTE DEL CIRCO

 

Es un tema que no se puede dejar de revisar porque su impacto alcanza a todos los veracruzanos. El viernes pasado el elefante hizo el acto circense para el cual fue entrenado y así agradó a sus propietarios. A un año de su creación la Comisión Estatal para la Protección de Periodistas convocó a una reunión informativa que por sí misma revela lo que es. Para empezar, la sede fue su propia “casa”, el auditorio “Silvestre Moreno Cora” en Palacio de gobierno, donde fue gestada, de donde sale los insultantes sueldos de sus integrantes y donde despacha al que le rinden cuentas. 

¿Ante quién presentó el informe la presidenta del entuerto, Rocío Ojeda? No lo hizo ante organismos acreditados en la defensoría de los comunicadores sino ante la patrona, la errática vocera duartista María Gina Domínguez, que a la vez es la entrenadora del elefante, y una de las responsables del acoso a la prensa veracruzana. De los datos del informe mismo poco se puede hablar, paja y más paja. Palabrería de adorno para tratar de alejar al gobernante en turno y a sus subalternos de la responsabilidad para garantizar el quehacer periodístico así como ocultar que ellos son parte del grupo de agresores.

 Dicha comisión lleva un año y Rocío Ojeda no citó un solo nombre de los compañeros asesinados durante los tres años del gobierno de Javier Duarte de Ochoa? ¿Se refirió a los tres compañeros que permanecen desaparecidos? ¿Citó el atentado contra esta casa editorial, El Buen Tono que lleva dos años sin que se castigue a los culpables pese a que están identificados?, o ¿informó sobre las amenazas contra la jefa de información Viridiana Bretón presuntamente azuzadas desde el poder estatal?

 Si no mencionó nada de lo anterior, entonces no basta ser un erudito ni un crítico y ni si quiera un mal intencionado para deducir que la comisión es algo inservible. No tiene razón de ser, es un armatoste que solo absorbe dinero público y sus integrantes son simples sanguijuelas. Además de la mofa por compararlos con estos voluminosos animales, ¿qué otra cosa se puede hacer con los miembros de esa comisión? Casi nada, solo esperar que los diputados locales de los partidos Movimiento Ciudadano (PMC), de la Revolución Democrática (PRD) y del Trabajo (PT) no abandonen la exigencia para que sea disuelta la farsa y que Ojeda, la tal Namiko Matzumoto, secretaria de la paquiderma comisión y sus otros congéneres se vayan con su circo a otra parte.

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