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El proceso debe ser oral y público

Superiberia

 Por: Catón / columnista

Doña Tebaida Tridua, presidenta ad vitam interina de la Pía Sociedad de Sociedades Pías, ilustre dama encargada por propia designación de cuidar que no sufra desdoro la moral, asistió a una conferencia sobre temas de justicia. A ella le interesaba sobre todo la divina, pero la humana no la dejaba del todo indiferente. Declaró el conferencista: “El proceso debe ser oral y público”. “¡Ah no, señor! –protestó con vehemencia la señora al tiempo que se ponía en pie-. ¡Ni en privado debe ser oral, y menos aún en público! Eso, además de ser extremadamente inmoral, sería del peor gusto, y causaría trastornos considerables en la circulación de peatones y vehículos”. “No entiendo, señora –se desconcertó el conferenciante-. ¿En qué forma el proceso oral y público provocaría trastornos en la circulación?”. “Ah, proceso –se tranquilizó doña Panoplia-. Perdone usted: Yo oí ‘sexo oral y público’”… Ni se les ocurra. De veras: ni se les ocurra. Desde luego, en días como los actuales se desatan miles de especulaciones que deberían permanecer atadas. Una de las que ahora se oyen más es la que afirma que el ‘prigobierno’ organizará un gigantesco fraude electoral, a fin de impedir que López Obrador llegue a la Presidencia. Mera especulación es esa, desde luego, lo mismo que la que han puesto a circular los pocos izquierdistas de verdad que quedan, quienes aseguran que AMLO ha trabado oculto acuerdo con el régimen de Peña Nieto, a cuyos capitostes habría garantizado impunidad a cambio de que no le pongan piedras en el camino, que lo lleva ya muy encaminado hacia el poder. Esos radicales hablan incluso de un Primor, o sea de un contubernio entre el PRI y Morena. Tan opuestas elucubraciones dan idea del grado a que han llegado los rumores en esta ocasión, hasta el punto en que las versiones más descabelladas lucen trenza o cola de caballo. Si aquella del fraude electoral tiene algún fundamento, así sea el más infundado, repito lo que al principio dije: Ni se les ocurra. Ahora es más difícil que antes torcer la voluntad de los ciudadanos, pero si en este tiempo alguien intentara hacerlo pondría al País en riesgo peor que el que se supone representa el candidato cuyo triunfo se pretendería anular. Existe la convicción generalizada de que ‘este arroz ya se coció’, y ese ambiente psicológico que –yo puedo decirlo- es nacional, hace aún más difícil cualquier intentona de repetir aquellos “fraudes patrióticos” que el Gobierno y su Partido inventaron cuando a fuerza de votos empezaron a perder su hegemonía. Ni uno ni otro digan que no se los advertí… Don Chinguetas pasó sin darse cuenta de la edad de la pasión a la edad de la pensión. Quiero decir que se vio en el trance de retirarse de su trabajo. Eso es extraño si se considera que muy pocas veces se acercó a él. El caso es que andaba preocupado, pues pensaba que la pensión que recibiría sería insuficiente para mantener su tren de vida, el cual era Pullman, vale decir de cierto lujo. Su esposa, doña Macalota, lo tranquilizó. Le dijo: “A fin de ver por nuestro bienestar en la vejez puse en práctica un método de ahorro: desde el día en que nos casamos cada vez que me hacías el amor apartaba una pequeña cantidad del gasto y la guardaba. Con esas sumas, más el interés que han producido en el banco, se formó un buen capital que nos pone al amparo de cualquier contingencia que se presente en nuestra ancianidad, incluidas las turbulencias financieras que pudiera traer consigo la llegada de López Obrador a la máxima magistratura”. “¡Caramba! –exclamó don Chinguetas con admiración-. ¡De haber sabido que estabas haciendo eso habría hecho todos mis depósitos contigo!”… FIN.

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