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EN CASA DEL AHORCADO

Superiberia

Por Andrés Timoteo / columnista

EN CASA DEL AHORCADO

En su visita a Zongolica, ayer domingo, López Obrador literalmente hizo honor al dicho popular de “hablar de soga en casa del ahorcado” pues aseguró que la ambición por el dinero y la corrupción que dominaba en los cargos públicos llevaba incluso al homicidio. “Aquí en la Sierra de Zongolica se despertó la ambición y hasta se dañaban físicamente, hasta asesinatos por robarse el dinero de los ayuntamientos”, externó.

 La alusión fue, obviamente, al caso más reciente en la zona, el asesinato de la alcaldesa de Mixtla de Altamirano, Maricela Vallejo Orea, perpetrado en abril pasado y que está lleno de claroscuros porque no sólo compete a cacicazgos locales o a partidos políticos ajenos al que milita el propio Mandatario, sino a gente del Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

 Tanto la Edil sacrificada como su Cabildo habían emigrado a ese partido, además de que el caso se volvió un instrumento de golpeteo entre funcionarios del Gobierno Estatal y la Fiscalía General del Estado. Entonces, la corrupción y la ambición desmedida que alude López Obrador no es herencia de antaño porque sucedió en este mismo año, en la era de la Cuarta Transformación y se dio entre personajes ligados al morenismo. Es decir, son varios los “ahorcados” de color marrón ante los que presume la soga.

En Zongolica como en Coscomatepec, el Mandatario acudió a hospitales rurales del IMSS para efectuar los llamados “diálogos con la comunidad”, pero que en realidad no son diálogos sino monólogos. Al menos en Zongolica no se escuchó a los inconformes que realizaron protestas por despidos de personal en esas unidades médicas, la falta de medicamentos y galenos, y  el pésimo trato que se da a los pacientes.

 Acusaron que los hospitales fueron remozados y pintados para dar la apariencia de estar en óptimas condiciones ante la visita presidencial, pero que es una simulación porque no hay ni médicos, ni abasto de medicinas y ni equipo tecnológico. La respuesta del tabasqueño fue atribuirle todo eso a la corrupción del pasado y de ahí no lo movieron. De refilón, casi al irse, sólo agregó que sería el gobernador, Cuitláhuac García, quien los atendería, algo que obviamente no sucedió.

La protesta ciudadana por el caso de los hospitales del IMSS es más que válida. Los derechohabientes dan fe de las carencias y el pésimo trato que reciben en esas unidades. El hospital de Coscomatepec es la antesala de la muerte, así lo llaman. Hay ocasiones en que en esa clínica no tienen ni una aspirina para el paciente adolorido y, si la hay, no se la dan solo por ‘joder’ al enfermo.

TIEMPO REDUCIDO

La estancia por dos días del presidente López Obrador en Veracruz tiene, por supuesto, su respectiva lectura política para lo local. Ahora, en esta novena gira -como en la octava- tampoco hubo porras ni alzamiento de mano ni adjetivos elogiosos para el gobernador en funciones. En los cuatro discursos pronunciados por el tabasqueño apenas si hubo tres alusiones marginales al Mandatario Estatal.

 A lo anterior se agregó algo muy notable: el tiempo en el micrófono para el Gobernador se redujo considerablemente. Antes se le permitía hasta media hora para pronunciar su discurso y ahora no pasa de diez minutos. Se sabe que los encargados de la logística en los actos presidenciales recibieron la instrucción de recortarle el tiempo de exposición al gobernante local. Vaya, más tiempo ocuparon los directores de hospitales rurales que el propio Cuitláhuac García.

Los anterior no sólo es por el riesgo de alguna rechifla sino porque hay un aparente resquemor de López Obrador después del affaire del primo Eleazar Guerrero, subsecretario de Finanzas estatales, cuyo parentesco negó García Jiménez ante él y en cadena nacional el 14 de junio durante una conferencia matutina y que días después se publicaron las actas del Registro Civil que confirmaban el parentesco y el nepotismo.

¿El tiempo se le acabó al gobernante veracruzano? No, sólo se lo redujeron como ligero escarmiento, aunque en política todo es indicativo de los ánimos en el poder. Otro que no la pasó bien fue el delegado del Bienestar, Manuel Huerta Ladrón de Guevara, quien no pudo ni anticipar ni contener las protestas y los gritos en las giras presidenciales. En su desesperación, este señor puso a los llamados “Servidores de la Nación” a tratar de contener las turbamultas, pero no pudieron y a López Obrador le reclamaron a pulmón abierto.

Lectura aparte es que en el templete oficial de Zongolica y al lado del tabasqueño fue sentado el alcalde zongoliqueño, Juan Carlos Mexhua, quien actualmente es uno de los malqueridos del Gobierno Estatal por las críticas que ha externado hacia los funcionarios del cuitlahuismo, sobre todo en cuestiones de seguridad pública. Alguien dirá que lo subieron porque era el munícipe de la sede del evento, pero ha habido casos de ediles despreciados a los que se les bloquea su lugar al lado del presidente, aún cuando son los anfitriones.

 No hay que olvidar que en anteriores giras por Coatzacoalcos se bajó del templete al alcalde Víctor Carranza, a pesar de que es militante de Morena. A esto se suma que el perredista Mezhua no es desconocido para López Obrador, con quien se he ha encontrado desde los tiempos atrás cuando el tabasqueño militaba en el Sol Azteca. ¿Qué significa la presencia de Mezhua Campos al lado de López Obrador? Que los funcionarios del Gobierno Estatal no pudieron bloquearlo y que dejaron de tener mano en la logística presidencial. Indicativo, pues.

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