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En México 6 de cada 10 hogares no tiene garantizada la alimentación

Superiberia

AGENCIA

CDMX.- En México, el 59.1 por ciento (%) de los hogares se encuentra en algún grado de inseguridad alimentaria, es decir, 6 de cada 10 hogares en el país no tienen garantizada la alimentación, mientras que 47.1% reportó reducción en el gasto en alimentos, de acuerdo con un estudio realizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en colaboración con instituciones nacionales e internacionales.

El hambre afecta a 60 millones de personas, lo cual es el punto más alto en 20 años; además, 22 millones se sumaron a la pobreza en 2020, y el cambio climático se ha vuelto una realidad ineludible.

En América Latina y el Caribe la inseguridad alimentaria moderada o grave afectó al 40.9% de la población, bastante por sobre el promedio mundial (30.4%), de acuerdo con un comunicado de la ONU con sede en México.

Lo anterior fue una conclusión de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en conjunto con el Grupo de Agregados Agrícolas de las Embajadas en México, la Secretaría de Agricultura de México, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT), la Sociedad Alemana de Cooperación Internacional (GIZ) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, luego de realizar un “Diálogo sobre situación de los precios de los alimentos y de los insumos agrícolas, así como su impacto en los sistemas agroalimentarios de México”.

LA GUERRA

Ucrania y la Federación de Rusia son actores importantes en los mercados mundiales de productos básicos y la incertidumbre relativa al conflicto ha provocado aumentos de precios, en particular del trigo, el maíz y las semillas oleaginosas, así como de los fertilizantes.

Estos incrementos se suman a los precios ya de por sí elevados debido a la fuerte demanda y los altos costos de los insumos, y la transportación como consecuencia de la pandemia de la Covid-19.

La región de América Latina y el Caribe está especialmente expuesta a los altos precios de los fertilizantes, pues la mayoría de los países son importadores netos de estos. Los precios de los fertilizantes se dispararon junto con los precios de la energía, las restricciones comerciales y las tensiones geopolíticas y los altos costos de transporte.

“Estamos ante la tormenta perfecta, nos enfrentamos a una situación global extremadamente compleja en donde la crisis sanitaria sigue mostrando sus estragos y ahora el conflicto entre la Federación de Rusia y Ucrania nos dejan ver la vulnerabilidad de nuestros sistemas agroalimentarios y las consecuencias a escala mundial de dichas perturbaciones: aumento de la presión inflacionaria debido a fuerte alza del precio de los alimentos, perturbaciones en la oferta y en la cadena de suministro, así como el abastecimiento mundial de fertilizantes”, sumó Lina Pohl, Representante de la FAO en México.

En marzo, el índice de precios de los alimentos de la FAO alcanzó su nivel más alto, 160 puntos, desde su creación en 1990 y solo descendió ligeramente en abril y para 2022 se prevé que la inseguridad alimentaria aguda empeore a nivel mundial, haciendo registrar probablemente condiciones de hambruna localizadas en distintas partes del planeta.

Según los cálculos de la FAO, la guerra en Ucrania podría dar lugar a que, con respecto al escenario de referencia, el número de personas que padezcan hambre entre 2022 y 2026 aumente en 13,1 millones con respecto a un escenario base ya creciente como consecuencia de la Covid-19.

Asimismo, el nuevo programa es considerado un complemento de los mecanismos que ya cuenta la ONU y en las instituciones de Bretton Woods para hacer frente a estas crisis. Se basa estrictamente en las necesidades urgentes y se limita a los países importadores netos de alimentos de renta baja y media baja.

Dicho mecanismo se ha diseñado para incluir una condicionalidad inteligente que actúe como estabilizador de la futura financiación.

Los países elegibles se comprometerán a aumentar las inversiones en los sistemas agroalimentarios, aumentando así la resiliencia para el futuro. La FAO ha sometido a prueba su impacto en los mercados mundiales, y sería conveniente administrarlo y ampliarlo.

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