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ESCENARIO DE FICHAS

Superiberia

 Por: Andrés Timoteo  /  columnista

Veracruz fue, el fin de semana, escenario de las fichas electorales que los mexicanos votarán en el primer domingo del mes de julio para renovar la Presidencia de la República. Los tres precandidatos presidenciales estuvieron en la entidad para acarrearse simpatías y, a la vez, arropar a quienes serán los candidatos a la gubernatura por sus respectivos partidos políticos o alianzas partidistas.

En la zona conurbada Veracruz-Boca del Río estuvo ayer domingo, el priista Antonio Meade Kuribreña con el senador peroteño José Yunes Zorrilla, virtual candidato al Gobierno Estatal. Mientras tanto, Xalapa, la capital del estado, fue visitada por el queretano Ricardo Anaya, quien será abanderado por la coalición “Por México al frente” del PAN, PRD y Movimiento Ciudadano para apuntalar al exalcalde de Boca del Río, Miguel Ángel Yunes Márquez, virtual nominado a la gubernatura por esa misma alianza.

Otro visitante, que se tirará una estancia larga en tierras veracruzanas, es Andrés Manuel López Obrador, precandidato del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) quien desde el sábado inició una gira por varios municipios, empezando por algunos de la zona Centro, y lleva de acompañante principal al diputado federal Cuitláhuac García Jiménez, quien será por segunda ocasión el candidato a la silla estatal.

Los tres aspirantes a gobernar al país traen discursos muy parecidos y quizás el que se matiza un poco es el tabasqueño López Obrador. Los veracruzanos deben escucharlos, pero no creer todo lo que digan. La mayoría son embaucadores disfrazados de estadistas. Sin embargo, también son las únicas fichas que están en el tablero político, no hay otras –mientras no se cambie el sistema – y con ellas habrá que jugar, elegir al menos peor.

Los electores deben hacer una reflexión puntual, recordando aquella sentencia tan cierta: “el pueblo que elige a malos gobernantes no es víctima, sino cómplice”, y parte de esa reflexión para decidir su voto comprende, por supuesto, conocer sus propuestas y someterlas al análisis con el contexto. Esto quiere decir simplemente que deben saber lo que ofrece cada uno de los candidatos y si tiene la calidad ética y política para hacerlo. No creerse todo lo que prometen y recordar el pasado reciente.

Por ejemplo, el priista José Antonio Meade promete que mejorará la economía de todos los mexicanos, cuando fue él, precisamente, quien diseñó los famosos “gasolinazos” que cada mes incrementan el alza de precios, la depreciación de los salarios y la pobreza en el País. A este señor no hay que creerle. O al panista Ricardo Anaya que habla de Reformas constitucionales dañinas para el País, cuando él y su partido apoyaron el famoso “Pacto por México”, de la mano del PRI, a principios de este sexenio para regalar el patrimonio nacional y empobrecer al pueblo.

O el tabasqueño López Obrador, que promete acabar con la “guerra” que hay en el País en los primeros tres años de su sexenio –si llega a ganar-, pero lo hará pactando con los capos del narcotráfico, sentándose a negociar con ellos, otorgándoles una amnistía –el perdón- en lugar de aplicar la Ley y llevar justicia a las víctimas. Todo lo que toque López Obrador en el tema de violencia y seguridad estará maculado con tal intención de hacer acuerdos con los mafiosos, lo que le resta confianza. Es más, da miedo.

 

LOS REVELADORES DISCURSOS

Los votantes tienen la obligación de hacer tales distinciones y parte de ese ejercicio es analizar el discurso de los (pre) candidatos, pues lo que digan es revelador. Citando algo de eso, durante su estancia en Veracruz los precandidatos y líderes del PRI y del PAN mencionaron a dos personajes que influirán todo el proceso electoral, no sólo en la entidad sino en el País: el exgobernador Javier Duarte de Ochoa y el morenista López Obrador, pues ambos amenazan su permanencia en el poder.

El primero, Duarte, porque es un lastre para los priistas y el segundo porque tanto priistas como panistas le tienen pánico, ya que López Obrador es el puntero en las preferencias electorales y podría derrotarlos al sistema del famoso “PRIAN”. Duarte de Ochoa es ya un ícono de la corrupción amparada por el tricolor y por supuesto que será una de las principales banderas de la oposición contra los priistas Meade y Yunes Zorrilla.

“Nos duele profundamente que Javier Duarte nos haya traicionado con la corrupción  porque a los priistas no nos describe la corrupción”, dijo Meade Kuribreña, algo como para carcajearse, pues fue el gobierno de Enrique Peña Nieto quien lo prohijó y lo protegió hasta donde pudo, además de que el tricolor es algo así como un santuario para los corruptos. Y Duarte les duele ahora que hay campaña, pero antes –cuando se robaba el tesoro estatal- no hicieron nada para frenarlo. Ni les dolía ni les preocupaba.

El panista Ricardo Anaya también sacó a Duarte en su discurso, al pronosticar que el exgobernador restará votos al PRI en todo el País, y especialmente en Veracruz. Tiene razón porque Duarte es un dardo envenenado para el tricolor, sobre todo en la entidad. El peroteño José Yunes Zorrilla no se puede desligar de Duarte, a quien sirvió y sobre cuya administración calló siempre. Nunca dijo nada aun cuando todos sabían que se robaba a manos llenas el patrimonio estatal y que tenía acuerdos con el crimen organizado.

Es divertido escuchar a Yunes Zorrilla anclar su discurso sobre la violencia y la inseguridad pública cuando en los últimos dos sexenios de la fidelidad no dijo una sola palabra en defensa de los veracruzanos, quienes fueron puestos a merced de los cárteles del narcotráfico por los dos últimos gobernadores. Trece años más tarde de la tragedia, Yunes Zorrilla se da cuenta de que hay violencia, asesinatos, secuestros y robos, como si estos hubieran surgido recientemente. El peroteño buscará centrar su discurso electoral en ese tema, pero su complicidad por silencio y omisión tanto con el innombrable como con Duarte de Ochoa, le resta credibilidad y, por supuesto, autoridad moral para abrir la boca.

Por su lado, el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa, quien también estuvo en Veracruz, arremetió contra López Obrador, llamándolo “loco”, que llevará a la nación hacía el precipicio, sobre todo por sus propuestas en temas de seguridad y economía. Es la verborrea del miedo, si bien el tabasqueño ha cometido yerros en algunas propuestas, también es, hoy por hoy, la ficha menos dañada en la contienda presidencial. Una locura será, si se consideran los resultados que han dado para el País, que los mexicanos sufraguen por el priista Meade o el panista Anaya.

De colofón en el análisis discursivo está la similitud verbal entre Meade Kuribreña y José Yunes Zorrilla, tan parecidos, tan iguales, tan aburridos. No levantan el ánimo de las multitudes ni entonando el himno nacional. Vaya, tan malos son en su retórica que los priistas reunidos en el WTC de Boca del Río se emocionaron más con el discurso de Enrique Ochoa que con los de los precandidatos, y eso que el dirigente priista es un mamotreto sin mayor chiste. 

 

SIN SOBREPRESO

Por cierto, la semana pasada, fue extraditado de Panamá el exgobernador de Quintana Roo, Roberto Borge, luego de varios meses de estar prófugo, y aunque su caso es parecido al del veracruzano, Javier Duarte, su repatriación no causó tanto alboroto mediático. ¿Por qué? Borge conserva padrinos poderosos en las altas esferas del poder, algo de lo que Duarte carece, pues su “padre putativo”, el innombrable, es un apestado político que ahora se ocupa en mendigar protección para sí mismo, para no terminar en una cárcel.

También porque Borge no es un arma electoral para el 2018, no en la magnitud que lo es el exgobernador de Veracruz. Literalmente, Borge llegó sin sobrepeso físico y electoral, a diferencia de Duarte, inflado de carnes y de datos devastadores para la oposición, concretamente para los candidatos de Morena a Los Pinos y en Veracruz. En los meses siguientes se activará tal arsenal.

 

PREPOTENCIA EN EL IMSS

Los derecho-habientes del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que acuden al hospital de Zona número 8, ubicado sobre la avenida 11 en Córdoba, ya no soportan al jefe de abastos, Paúl de Jesús Linares, quien es ampliamente conocido por sus arbitrariedades y prepotencia. Resulta que este funcionario niega sistemáticamente los medicamentos a los pacientes argumentando inconsistencias en las recetas expedidas por los galenos y hasta se da el lujo de amenazar a quienes lo contravienen.

Hay pacientes que tienen enfermedades que requieren medicamento oportuno, y este señor no sólo los hace dar vueltas y vueltas, sino que incluso les advierte socarrón: “yo tengo 72 horas para atender (a quienes van a surtir la receta) y si quiero los atiendo hasta dentro de tres días”, negándoles el medicamento y obligando a los derecho-habientes a comprarlo por su cuenta en farmacias comerciales.

El tipo es un nefasto, una amenaza para los enfermos, por lo que el delegado del IMSS en la zona sur, Jorge Tubilla Velasco, debe intervenir para ponerle un alto y terminar con el maltrato que ese señor, Paúl de Jesús Linares, da a los pacientes. El señor no debe de estar al frente de un módulo de atención, porque sólo ocasiona daños y molestias que, por supuesto, ponen en riesgo la salud de los derecho-habientes.

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