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Estados Unidos y la tormenta europea

Superiberia

 

De acuerdo con las cifras del último trimestre en Europa, de la recesión económica no se salva casi ningún país, salvo algunos —oh, paradoja—, principalmente del este europeo. La realidad rebasa las previsiones económicas lo mismo del Banco Central Europeo que de la Comisión o del FMI. Las economías de los cuatro más grandes países de la zona euro: Alemania, Francia, Italia y España están ya en números rojos. La caída fue de 0.6% de octubre a diciembre pasados en el club del euro, cuando se preveía que no rebasaría el 0.3% según las previsiones mas pesimistas.

Y bueno, no hubo gradual retorno al crecimiento, como se auguraba. En las previsiones de otoño se esperaba una caída para Alemania de 0.1%, la realidad fue otra, el desplome germano y el de Bruselas se igualaron en un 0.6%. Con una terca visión digna de mejores causas, la depresión es una realidad en la que no ha habido espacio para los paquetes de estímulo, nada compensa la medicina de adelgazamiento, decretada por las políticas públicas en las que por arte de magia no ha llegado ni llegará el retorno al crecimiento. En un entorno adverso son insuficientes las políticas de estímulo de Francia. La caída europea, afirman los analistas, es la mayor desde la crisis de Lehman Brothers. Ya no se puede afirmar siquiera que algo anda mal frente a la evidencia de que todo va mal, muy mal.

Las medidas de adelgazamiento fracasaron, van tres trimestres consecutivos de caída del PIB. La recesión es una pandemia que alcanza a los países del norte, del sur y del centro igual que a los de la periferia. Y claro, les va peor a los más débiles, Portugal se desploma en una tasa de 2% trimestral, Grecia de 6% anual.

Y se amplia el foco, de los 27 socios europeos más de la mitad presenta desplome de la actividad económica. ¿Alguien podría esperar que antes de las elecciones en Alemania aumente el gasto y con ello la inflación para estimular a la propia economía y a la europea? Ciertamente no.

Pero el panorama es mucho mas complejo si se considera la globalidad en la que —queramos o no— todos estamos inmersos. En Estados Unidos, nuestro principal socio comercial y del que nuestra economía tiene una enorme dependencia, soplan vientos de tormenta. Una desaceleración de la economía estadounidense tendría gravísimas consecuencias, especialmente para México, y por lo que se ve será difícil la negociación entre demócratas y republicanos en torno a la reducción del déficit. La crisis recesiva de Europa, sumada a un menor crecimiento estadounidense podría detonar una catástrofe mayor.

El choque que se avecina se hizo evidente tras el discurso del presidente Barack Obama sobre el Estado de la Unión y la respuesta recibida por el republicano Marco Rubio. Esquemáticamente podría concentrarse en dos políticas enfrentadas. La de Obama buscará mantener el gasto social y el estímulo a la economía concentrando la reducción del déficit en el aumento de los impuestos a los más ricos que gozan de menores tasas impositivas que el resto de la población, así como los recortes de algunos programas públicos, siempre y cuando no afecten los programas sociales centrales ni las políticas de estímulo a la economía y protección de los que aún permanecen sin empleo. La política de los republicanos de reducir el déficit fue enfrentada por parte de Obama con un plan económico basado en la creación de empleo y el fortalecimiento de la clase media. Los republicanos pierden y perderán terreno. Basta una mirada a la catástrofe de la austeridad europea y la recesión.

En ese panorama, un asunto mayor que subrayó Obama en su discurso ante la nación y que marcará su segundo periodo fue el del inicio de las conversaciones entre Washington y Bruselas —que bien destacó ayer Jorge Montaño en estas páginas—y que pretende dar forma “a la mayor zona de libre comercio del mundo.” La economía europea se encuentra en una de sus más difíciles coyunturas. Washington sabe, entiende y apuesta a que hay otro camino: el de dinamizar las economías europea y estadounidense sin gastar dinero de los contribuyentes.

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