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Federal Express: ni federal ni tan exprés

Superiberia

Exprés da la idea de velocidad, rapidez, inmediatez. De esta expresión derivan la olla exprés y el café exprés. También se utiliza como sustantivo para decir tren: el expreso de Pekín o el Expreso de medianoche. Con esto en mente contraté los servicios de Federal Express (FedEx) para enviar los documentos y poder continuar en el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) conforme reciente convocatoria.

Para un investigador el SNI es crucial. Es una distinción que, además, lleva consigo un estímulo económico. La documentación que debe enviarse es la comprobación del trabajo realizado y clave para ser evaluado. En una caja acomodé mi solicitud, un libro de mi autoría sobre la Suprema Corte de Estados Unidos (Porrúa/UNAM), otros libros que contienen capítulos publicados y diversos textos. La convocatoria señala una fecha límite para presentar la solicitud y la comprobación, además advierte que se darán como presentados los documentos el día en que se depositen en el correo o en los servicios de mensajería.

Como estoy en Estados Unidos en una estancia académica, pensé utilizar FedEx. En el subconsciente estaba aquella película (Cast Away) en la que Tom Hanks hace el papel de un ejecutivo de FedEx cuyo avión, también de FedEx, en que viaja por el mundo, cae al mar. Hanks naufraga en una isla a donde las olas del mar llevan un paquete de Federal Express. Por mi parte, desde que solicité los servicios de FedEx, me encuentro como el protagonista de la película, a punto de naufragar. El riesgo de ser rechazado por el SNI sería un naufragio académico.

El día 11 de febrero envié el paquete a México por FedEx y me aseguraron que éste llegaría en dos días. El costo de 176 dólares casi iguala el del pasaje de avión ida y vuelta por Interjet, por lo que pensé si no sería mejor llevar personalmente el paquete. Una disposición de la convocatoria del SNI establece que solamente se reciben paquetes entregados por correo o mensajería. El paquete se fue entonces a México dentro del plazo.

Revisé la página electrónica de FedEx para rastrear el paquete. Empezaron los problemas: según FedEx, el Conacyt no existe. Del 11 de febrero al 26 el aviso oficial es que mi paquete estuvo en la “Estación de FedEx local”. Llamé, me contestó, después de escuchar una grabadora que me repetía cien veces que mi llamada era muy importante, Gabriela Bazán, quien me dijo que el Conacyt no existía. Cuando le aseguré que eso no era posible, me informó entonces que la dirección estaba equivocada. Como no había manera de explicarle que el Conacyt además de existir, tener oficinas enormes en Insurgentes 1582, es muy importante para el desarrollo de la ciencia y la tecnología mexicanas, pedí hablar con el señor Óscar López (supervisor), que me hizo esperar infructuosamente. Al día siguiente FedEx había encontrado la avenida Insurgentes y el edificio del Conacyt. El problema ahora, dijeron, es que no había quién recibiera el paquete.

Al día siguiente volví a llamar y un señor de apellido Durán y me dijo que el Conacyt había rechazado mi envío. Llamé al Conacyt, donde el responsable del SNI, el licenciado Manuel Vera, recibió mi llamada, muy atento, me indicó que los problemas con Federal Express son recurrentes. Que el Conacyt recibe siempre toda la correspondencia.

Al día siguiente, Gabriela Bazán, también de FedEx, me dijo que el Conacyt no quiso recibir mi paquetería. Para el día 28, Laura, sin apellido (no me lo dio), me informó que el Conacyt se había rehusado a pagar los impuestos que causaron los artículos contenidos en el paquete y por eso no lo entregaron.

México tiene el récord mundial en tratados de libre comercio (creo que ya lleva 48 con distintos países). Debería entonces celebrar uno con México mismo para evitar gravámenes a los libros producidos y editados en nuestro país. Hice el pago de 122 pesos por la importación de mercancías mexicanas a México (¡!). Cristina Vázquez me informó que me mandaría el recibo para que se lo hiciera llegar al destinatario y pudiera mostrárselo al mensajero que llevaría mi paquete al día siguiente. Le explique que eso era imposible. Aparentemente entendió, pues me aseguró que daría indicaciones al chofer para que entregaran el paquete en el mezanine del edificio del Conacyt al señor Eduardo Ramírez, como se lo había pedido.

Llegó el 1 de marzo… sin que el paquete llegara. Me enteré que quienes dan información por parte de FedEx no conocen la Ciudad de México y por eso la mención de Avenida de los Insurgentes les parece algo exótico. El señor Martínez Nacamacho me contestó: “¿Vite? (me imagino que es ¿viste?), ¿dónde debe shhegar el paquete?”, preguntó con inconfundible acento porteño. Entonces yo consulté: “Es que llamo a Argentina. “No, me respondió, está shhamando a ‘La’ Argentina”.

La última llamada (todas de larga distancia) fue con Alicia Africana (así se apellida), quien me dijo con bullanguero acento caribeño (¿o africano?) que el problema es que los “impuestoj je pagaron, caballero”, según ella, en Estados Unidos y no en México, que es donde ingresaron las mercancías. Por fin me dijo que una camioneta saldría con mi paquete para entregarlo el mismo viernes primero de marzo. La información de FedEx dice tres días después que el paquete está “en la estación local de FedEx”.

En estos días, FedEx envió a Massachusetts, por error, un paquete conteniendo tres kilos de marihuana a una madre de familia. Maryangela Tobin, de Plymouth, demandó a FedEx por dar su domicilio para que los propietarios del contenido del paquete lo recojan.

Antes de mandar este artículo para publicarse, Mariana Gutiérrez, la “representante” más amable de las decenas con quien hablé, me asegura que mi paquete ya va en el camión de FedEx, aún cuando en la página, por error (otro), dice que está en la estación de FedEx local. Espero que el chofer encuentre la Avenida de los Insurgentes. Confío en que el paquete llegue algún día a su destino y que el SNI se apiade de mí.

Federal Express, ni tan federal ni tan exprés.

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