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Honor a quien honor merece

Superiberia

>> Frente a la reforma educativa hay dos alternativas para quien esté inconforme: el diálogo o la aplicación de la ley. La calle, no.

No ceder a los chantajes de maestros es una novedad en México. Y es justo lo que esta semana hizo el Congreso de Guerrero.

Lo mismo la Secretaría de Educación Pública, que pidió a los estados aplicar la ley a los maestros paristas. Esto significa que por faltas injustificadas, los estados pueden dar por terminado el nexo laboral.

¡Ya era hora!

¿Por qué tenemos que marchar al son de quienes no quieren que México progrese y que sólo han visto la forma de conservar sus prerrogativas aún cuando no cumplen con su más mínima obligación, que es dar clases?

¿Por qué tienen que padecer los ciudadanos comunes y corrientes las incomodidades y costos que ocasionan las marchas, plantones y bloqueos de aquellos que se dicen maestros, pero yo agregaría, maestros en disturbios, no maestros en las aulas?

Tan sólo en el estado de Guerrero, el más reciente paro, que arrancó el 25 de febrero, ha tenido a seis mil 209 maestros en las calles a los que se les cubrirán sus salarios retenidos aún cuando han tenido a mil 100 escuelas sin actividad y a 200 mil alumnos sin clases.

Ahí en Guerrero los maestros hicieron un pliego petitorio de risa. Pidieron que en lugar de un Instituto Nacional de Evaluación independiente, se les hiciera uno estatal. También que a los egresados de las escuelas normalistas se les otorgara en automático una plaza docente.

¿Por qué? Porque sí. Imaginemos el mismo caso, pero al extremo: que cualquiera de nosotros siquiera soñara con un beneficio así. Que en automático al que salga de la carrera de comunicación se le dé una ‘plaza’ en Canal Once. O que a quien salga de la carrera de economía se le otorgue un empleo en la Secretaría de Hacienda.

Tanto en Guerrero como en Oaxaca los maestros paristas piden que sean ellos quienes se autoevalúen. ¡Qué ideas! Una autoevaluación que, además, no tenga ningún tipo de efectos. Si sacas diez, excelente; y si sacas tres, no importa. En un escenario así ¿cuál es el incentivo a mejorar; a capacitarse; a ser mejor? Si un tres y un diez no implican nada, ¿para qué esforzarse en el diez? Ridículo.

Y en Oaxaca el pliego petitorio de la Sección 22 del SNTE ha estado pidiendo más o menos lo mismo que solicitan los maestros de Guerrero. Pero en el colmo de la inconformidad, cuando el gobernador Gabino Cué cede a sus chantajes y presenta una iniciativa con sus peticiones al Congreso federal, lo que él llamó una reforma educativa ‘tropicalizada’, la Sección 22 se deslinda y dice que Cué se les adelantó y que no están de acuerdo.

¡Quién los entiende!

Por lo pronto, da gusto escuchar a Emilio Chuayffet, secretario de Educación, planteando que frente a la reforma educativa hay dos alternativas para quien esté inconforme: el diálogo o la aplicación de la ley. La calle, no.

Qué bueno que en Guerrero el Congreso local no cedió ante los paristas. Y qué bueno que a nivel federal estemos viendo una SEP decidida a mejorar la calidad educativa (no a correr maestros, que a veces se confunde el verdadero propósito de la reforma).

 

Honor a quien honor merece.

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Buenos días, mi querido profesor