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Indígenas emulan al Cirque du Soleil

Superiberia

Veracruz.- Desde niño Juan Daniel quiso ser maromero, por eso a la edad de siete años se convirtió en la sombra de su hermano mayor, quien desempeñaba este papel en las fiestas patronales de su comunidad, Santa Teresa Xochiapa, Veracruz. “Iba como jugando yo, así empiezan los niños de allá. Andan de cuzcos, pero poco a poco fui practicando y volviéndome más profesional”, relató.

La Real Academia los denomina acróbatas, pero en Santa Teresa Xochiapa (un ejido de ascendencia zapoteca con poco más de mil habitantes) la realidad es que este oficio es desempeñado desde tiempos prehispánicos por muchas razones, menos por dinero. “Practicaba en la cuerda tensa que tenía uno o dos metros de alto. Es muy difícil cuando eres niño porque tus pies son frágiles y nos lastimamos, pero con el tiempo, se va haciendo la callosidad y mientras más practicamos, más buenos nos volvemos”, confesó Juan Daniel.

Preocupados por lo que pudiera pasarle a José Juan, sus padres le negaron el permiso de ingreso, aunque no pudieron impedirlo. Y no porque el entonces niño metiera capricho, sino porque argumentó querer ser lo que su padre fue una vez: maromero. Descienden de padres y abuelos, quienes también fueron equilibristas de alambre y columpio. Pero su peculiaridad es hacerlo sin red por lo que, a la menor falla, caerán
 irremediablemente.

 

El Laboratorio

El circo indígena, una alternativa de entretenimiento poco explorada, es la única que retoma tradiciones prehispánicas de la cultura mexicana. Debutó hace 10 años en Cumbre Tajín y ahora busca apoyos culturales y financieros para que este proyecto se convierta a mediano plazo en un Cirque du Soleil mexicano.

Su nombre oficial es Laboratorio de Acrobacia Indígena (LAI) y su cabeza es Chloe Campero, una comunicóloga y gestora cultural, que tomó lo que estaba frente a las narices de todos, pero que nadie había visto. “Hay tradiciones acrobáticas rituales que son prehispánicas, pero otras son de herencia española, y los pueblos se adueñan de ellas por ser expresiones en donde el hombre —con su proeza humana de sobrepasar los límites naturales va y se comunica con los dioses y baja su mensaje al pueblo”. Por eso, dice, LAI reúne estas expresiones de los pueblos originarios de México, que a la larga contribuyeron indirectamente al circo contemporáneo.

Mario Vázquez coordina este proyecto, pero también fue maromero. “Para nosotros es un ritual realizar estas danzas. Tenemos elenco totonaca y oaxaqueño, por eso se le llamó laboratorio, porque cada grupo fue experimentando y creando qué hacer para que su comunidad no perdiera la identidad”. 

Para todos fue difícil dominar las acrobacias; sin entrenador, sin redes, seguro de vida ni gastos médicos, pues el equipo trabaja por intuición y creatividad propia inventando aquí, imaginando por allá, arriesgando por acá. Si satisfacen a su público es porque en cada función por encima del temor natural plasman sus ganas y amor a las tradiciones.

Todos se han caído, golpeado o fracturado, aunque el vértigo causado por la altura y el miedo terminaron siendo dominados. Aprendieron del error y ahora saben cómo hacerlo para salir lo menos lastimados posible; por ello en lugar de red, un payaso los espera en un
intento por atraparlos.

 

Tomado de Milenio

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