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La evaluación de Úrsula

Superiberia

En la Clínica Oncológica el ambiente era silencioso. Los pocos pacientes que aguardaban en la sala permanecían callados, esperando escuchar su nombre para levantarse como autómata, entrar en alguna puerta y ser engullido en la recia arquitectura del edificio. De hecho, en aquella sala de espera, todos los presentes habían sido engullidos previamente.

La evaluación de los doctores sobre su caso le sería presentado dentro de unos cuantos minutos y debería estar preparada cualquiera que fuese el resultado. “No debo estar nerviosa” –se repetía a sí misma–. “Una evaluación se hace a cualquier cosa de la cual se quiera conocer el estado que guarda después de un suceso, por ejemplo, de los daños causados por una Tormenta Tropical, del impacto ambiental de un derrame de petróleo en el mar”.

“Igual en la empresa, para hacer una valoración de conocimientos, actitudes y rendimiento de una persona que espera ser promovida, o bien de un servicio que se ofrece” –continuó especulando. “Creo que la evaluación más difícil es la del aprendizaje, pues intervienen en ella múltiples factores y diversas variables que en forma directa o indirecta pueden influir en los resultados y en la interpretación que haga el evaluador o el maestro”.

Úrsula quería mantener su mente ocupada para no dejarse atrapar por la angustia. En los primeros exámenes clínicos le dijeron que el tumor era canceroso, pero había una posibilidad de verificar ese resultado. Para diagnosticar neoplasias y ver su posible extensión, le hicieron una tomografía axial computarizada, guiaron la toma para la biopsia y luego le dijeron cosas que ya no recuerda bien. No sabe qué más le harán y por eso mejor mantiene su mente ocupada en otras cosas.

Prefirió pensar en la escuela que dirige su hermano. Recordó la ruta de mejora que elabora para llevar un seguimiento en los procesos de aprendizaje que le permiten conservar y mejorar la calidad educativa de la institución. Son muchos los pasos que sigue, pero la evaluación siempre está presente como indicador de lo que están haciendo, para continuar o cambiar las estrategias planteadas. “La evaluación permanente permite estar al tanto de lo que ocurre, por qué ocurre y cómo ocurre”, se dijo a sí misma.

“Con el diagnóstico, las evidencias analizadas, la implementación de estrategias médicas, el seguimiento que me han dado y esta evaluación integral de mi caso, el dictamen será definitivo. Pero no quiero pensar en ello. No, hasta tener el resultado”. Prefirió continuar con el recuerdo del trabajo de su hermano cuando le explicaba el seguimiento que le hace a su ruta de mejora. “Se emociona al darme los argumentos en que funda cada uno de los pasos que sigue junto con el colectivo docente de la escuela”.

“Los padres no tienen una idea clara de lo que se trabaja en las sesiones del Consejo Técnico, me dijo un día mi hermano, entre serio y contrariado. Les hemos dicho, pero prefieren pensar que perdemos el tiempo y se molestan porque ese día no les cuidamos a sus hijos. ¡La escuela no es guardería! ¡Es una secundaria! tronó molesto. Con esa actitud no ayudan a sus hijos”.

“Los que tienen cuando menos dos hijos –me dijo–, saben que los dos niños son diferentes. ¡Imagínate, Úrsula, que nosotros atendemos cientos de ellos! Cada uno ha desarrollado sus propias formas de aprender y tiene su propia personalidad. Hoy la educación se centra en su aprendizaje y no en la enseñanza como antes. Pero tenemos algunos maestros que no abandonan las prácticas tradicionales y en el Consejo Técnico Escolar discutimos esos asuntos –concluye agotado”.

Justo en ese momento escuchó su nombre: “Úrsula Murrieta, pase por favor”. Entró en el moderno consultorio, grande y equipado, acomodándose en un asiento confortable. Al fin sabría la respuesta que tanto había esperado. Valoró que el ser humano, cuando vive bajo una fuerte presión, es capaz de cambiar aspectos importantes de su vida, comprende de golpe lo frágil de la existencia, y rompe muchos paradigmas y concepciones sobre el mundo y la vida. Se puede volver a nacer. “Entonces, ¿por qué no podemos cambiar por voluntad propia, como producto de la reflexión y de las experiencias?” –se reprochó severa.

gilnieto2012@gmail.com

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