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La muerte del Chacal

Superiberia

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Yanga.- En las tradiciones literarias universales, toda leyenda tiene alguna reminiscencia de realidad. Muchas veces, estas historias son hechos reales que se cuentan una y otra vez, de generación en generación. Con este proceso se reinventan y adquieren elementos derivados de las profundidades del subconsciente humano.

Tal es el caso de La Muerte del Chacal, una narración de hechos acontecidos entre 1960 y 1970, en las comunidades de El Poblado y San Joaquín. Ambas localidades forman parte del municipio de Yanga. Sus habitantes platicaban que en aquella época hubo una extraña criatura que aparecía todas las noches en el puente de El Río Seco.

Describen que este animal era parecido a un perro y media cerca de dos metros. Semejante criatura no podía vivir de ensalada, pues acusan que se comía a las vacas y los borregos, que con tanto esmero criaban. Además, cualquier persona desaparecida era atribuida a este infame ser, al que apodaron como El Chacal.

Don Antonio Carrera, historiador de Yanga, comenta que en aquellos años esta criatura era el temor de los yanguenses, pues la gente no salía de noche por temor a encontrárselo y ser devorada.

Era tanto el miedo que le tenían, que hasta se organizó un grupo de hombres que mantenía guardias nocturnas para poder cazarlo. Sin embargo, el chacal resultó ser una criatura astuta y esquiva. No importaba cuánto vigilaran, siempre les ganaba y se comía al ganado que encontrara. 

Los yanguenses simplemente no sabían ya qué más hacer con él, estaban al borde de la desesperación. Sin embargo, finamente, este extraño ser fue encontrado muerto en el puente del Río Seco, una noche de noviembre.

Los lugareños que lo encontraron estaban aterrados. Lo vieron ahí, tirado y observaron también la sangre de aquella criatura, que permanecía inmóvil, aparentemente sin vida. Cuentan que luego de verlo regresaron a sus casas para pensar qué hacer con él.

Luego de algunas deliberaciones, acordaron llevárselo a la cabecera municipal para mostrárselo a las autoridades, pero cuando regresaron por él, el animal ya no estaba: sólo había un rastro de sangre del sitio en el que quedó tendido.

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