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La Patrona la esperanza del migrante Parte II

Superiberia

Cuando regresaban vieron que el tren venía cargado de gente. En ese momento se detuvieron frente a ellos y los migrantes les pidieron que les dieran la bolsa de pan porque traían mucha hambre. De regreso a casa recuerdo que se me quedaron viendo muy serias. Les pregunté que si es que no había pan en la tienda o qué sucedía, y ellas me dijeron que el tren venía con mucha gente y que les suplicaron un poco de comida. En ese momento yo las abracé muy fuerte –hace una pausa, recuerda, y mira al vacío-. Les dije que estaba bien, que no se preocuparan porque habían actuado correctamente. Y fue así –concluye con ambas manos hundidas en el barreño- cómo empezó la ayuda a los migrantes en La Patrona”.

De aquella mañana húmeda y calurosa han pasado dieciocho años.

Tiempo en el que el ferrocarril no ha dejado de pasar ni un solo día cargado con cientos de personas aferradas a sus hierros, aún a sabiendas de que el zigzagueante camino encima de los vagones les depara un infierno de robos, secuestros, violaciones, asesinatos impunes, y reclutamiento por parte de grupos del crimen organizado, así como abusos por parte de las autoridades.

“Cuando éramos pequeñas lo llamábamos El tren de las moscas porque veíamos que venía mucha gente pegada a los fierros del ferrocarril”, recuerda Bernarda hoy con 48 años de edad, la mayor de las hermanas Clementina, Rosa y Norma Romero, todas amas de casa, y a las que poco a poco se les fueron uniendo voluntarias hasta sumar 12 mujeres que conforman Las Patronas; un grupo de ayuda humanitaria, cuya labor diaria de preparar comida y repartirla en las vías del tren ha ido trascendiendo con el paso del tiempo más allá de las fronteras, tal y como lo demuestra el abultado libro de firmas donde periodistas de Latinoamérica, Estados Unidos, Europa, y hasta del lejano Japón, dejaron constancia de su paso.

“A lo largo de estos años hemos tenido que experimentar muchas cosas y evolucionar -toma la palabra Norma Romero, de 41 años, y líder del grupo-. Nosotros iniciamos en el año noventa y cinco preparando comida, pero hoy día lo que hacemos también implica ir a cursos, asistir a talleres, y tener pláticas con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), Migración, dependencias de Gobierno, y organizaciones de atención al migrante”.

Estas nuevas tareas, admite la veracruzana con gesto de satisfacción, han traído avances a la labor humanitaria del grupo.

Precisamente, uno de esos avances se encuentra a escasos metros de la cocina. Donde un pequeño albergue ecológico construido con suelo de cemento y paredes de bambú, y que una fundación en Francia aportó como “un granito de arena”, tiene las puertas abiertas para estudiantes que quieran realizar una labor social, y para los migrantes que van de paso y que, “en caso de emergencia”, requieran primeros auxilios.

Sin embargo, las donaciones provenientes de asociaciones civiles, universidades y comercios locales, así como la organización de las tareas como un trabajo -en una de las paredes de la cocina cuelga una pizarra con un calendario de actividades-, la cobertura que los medios de comunicación están dando a Las Patronas, y la instalación del pequeño albergue, también ha provocado que las suspicacias afloren en torno a ellas.

“Algunas personas dicen que estamos ganando con esto que hacemos, pero nosotras no trabajamos con dinero, sino con ayuda de fundaciones –ataja la líder del grupo-. Es decir, no es un dinero que nos están dando y que lo estemos administrando. Por este motivo queremos que la fundación que está haciendo estas habitaciones ecológicas venga a inaugurarlas, para que la gente conozca quién las hizo y cuál fue el motivo. Porque, desafortunadamente, siempre hay quien está con esa idea de que es muy extraño que, alguien que da de comer a otras personas, no gane dinero a cambio. Por eso abrimos la puerta a todo aquel que quiera conocer el trabajo; para que se vea que aquí no hay lucro con nada: ni con los migrantes, ni con la gente que viene a ver nuestra tarea”.

Otro de los efectos negativos de la notoriedad adquirida por Las Patronas debido a su labor de ayuda al migrante, la cual ha supuesto una de las pocas buenas noticias en el México de los más de 70 mil muertos por el combate al narcotráfico y los 70 mil indocumentados desparecidos durante el sexenio de Felipe Calderón (según cifras del Movimiento Migrante Mesoamericano), es la rapiña de terceros que intentan sacar beneficio de la solidaridad.

En este sentido, Norma explica que a pesar de que aún no se han conformado como una Asociación Civil (AC), tuvieron que reconocer una página web para que nadie suplante su identidad y pida dinero o apoyos en su nombre. Algo que, denuncian, ya ha sucedido en varias ocasiones.

“Hay veces que nos dicen que ciertas personas fueron a recoger ayuda humanitaria a nombre de unas patronas, cuando nosotros nunca supimos nada de esa ayuda. Es decir, se están haciendo pasar por nosotras, y por eso debemos tener mucho cuidado”, señala Norma recogiéndose el pelo castaño en un moño, para agregar al respecto que recientemente hubo otro caso en el municipio de Fortín de las Flores (muy próximo a la vecina Córdoba y a unos 20 kilómetros de Amatlán), donde solicitaron una cocina completamente equipada a nombre del grupo.

“No nos gustaría que nuestro trabajo, que hasta ahora lo hemos mantenido muy limpio, lo vaya a ensuciar cualquier persona que se pase de lista –añade muy seria-. Por eso hemos publicado una página web para que la gente sepa quiénes somos, quiénes integran el grupo de ayuda humanitaria Las Patronas, y qué es lo que hacemos para ayudar al migrante”.

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