in

LA SUMA DE TODOS LOS MIEDOS

Superiberia

Por Andrés Timoteo  /  columnista

LA SUMA DE TODOS LOS MIEDOS

Es un monstruo que últimamente ha pasado desapercibido. Un peligro desairado por la opinión pública, pero que allí sigue, latente, sin irse. La central nucleoeléctrica de Laguna Verde, ubicada en la zona costera del municipio de Alto Lucero, continúa siendo un riesgo permanente, aunque esta semana volvió a ocupar espacios de prensa por un anuncio del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

A pregunta de los reporteros en la conferencia matutina del lunes, el mandatario afirmó que solicitará al director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Manuel Bartlett Díaz, un informe sobre el Programa de Emergencia Radiológica Externa (PERE), debido a que hay evidencias físicas de que éste no está vigente y se descuidó durante años.

El PERE es algo así como la suma de todos los miedos, porque su activación significa que hubo una fuga de radiación y entonces se debe aplicar un programa de protección a los pobladores que viven cerca de la central, en una primera instancia, y para eso las vías de comunicación terrestres, marítimas o aéreas deberían estar en óptimas condiciones y los lugareños informados y sobre todo capacitados para reaccionar en tal emergencia.

También debería de existir una coordinación inmediata con autoridades estatales, municipales y federales para auxiliar a la población, la ubicación de puntos de salvaguarda, de centros médicos con dotación de inyecciones o pastillas de yodo y otros químicos que sirvan para contener una intoxicación radiactiva y, en fin, un sinnúmero de medidas urgentes para responder a una situación de alto riesgo.

 Y nada de eso existe, los pobladores de los municipios aledaños a Laguna Verde desconocen las medidas básicas de emergencia, no hay un aeropuerto cerca -el más próximo es El Lencero de Xalapa, a 70 kilómetros- ni centros médicos dotados de galenos y medicamentos para atender una eventual emergencia ni mucho menos caminos en buen estado. Vaya, quien ha recorrido la carretera federal Nautla-Cardel, puede confirmar que la misma es un desastre.

La ruta no serviría para evacuar a la población de forma intempestiva y ya no se digan los caminos vecinales, la mayoría de los cuales son de terracería y algunos son meras veredas intransitables. Es decir, no existe ni siquiera lo básico que son las carreteras para huir de una nube radiactiva y la gente quedaría atrapada si hubiera un siniestro en la central nucleoeléctrica.

El anuncio de López Obrador para solicitar un informe sobre el PERE es bueno, pero no es suficiente, ya que se debería revisar el funcionamiento completo de Laguna Verde cuya historia, desde que se comenzó a construir en 1970 y cuando comenzaron a operar sus dos reactores en 1990, uno, y 1995 el segundo, está llena de leyendas urbanas -de terror- sobre errores, accidentes, fugas y contaminación de campos de labranza y del sistema lagunar que la rodea.

ECOLOGISTAS DIEZMADOS

Han sido varios los científicos que denuncian un funcionamiento irregular y accidentes internos que se callan, así como la polución por aguas residuales vertidas al exterior. El estado del contenedor de residuos del uranio usado en el proceso de generar electricidad es un misterio tanto por su capacidad como su vida útil. Algunos dicen que ya rebasó ambas. Nadie sabe la verdad.

Laguna Verde es una planta obsoleta respecto a la tecnología nuclear. Sigue ocupando uranio enriquecido cuando ahora se utiliza el plutonio. Por si fuera poco, el riesgo que representa no se equipara a la producción de electricidad, pues solo genera el 3.2 por ciento de todo el consumo nacional de electricidad. Es decir, casi nada que compense el tener una “bomba” de tiempo a un lado.

Hoy, el movimiento ecologista contra la central nucleoeléctrica es escaso. Persiste, si acaso, la protesta desoída de campesinos y pescadores de la zona que han palpado la afectación de sus entornos por la contaminación “ligera” -entre comillas- por emisiones radiactivas y no aceptada por los funcionarios, así como por la proliferación de varios tipos de cáncer entre los habitantes, la cual también es desmentida oficialmente y las enfermedades se atribuyen a la socorrida “etiología desconocida”, es decir a un origen desconocido.

De ahí en fuera, el grito de los ambientalistas se acabó. Hasta hace apenas unos años, cada domingo se plantaban en la Plaza Regina de Xalapa, frente a Palacio de Gobierno, algunas integrantes del grupo de “Madres Veracruzanas contra Laguna Verde”, conocido popularmente como “Madres Antinucleares”, pero el tiempo terminó cansando y diezmando a las activistas.

El único que persiste la denuncia pública es el luchador anónimo que se hace llamar “Ecologista Universal” y que cada inicio de Semana Santa realiza un viacrucis desde la catedral metropolitana de Xalapa hasta el acceso principal de Laguna Verde donde se “crucifica” para recordarle a Veracruz, a México y al mundo que el monstruo sigue ahí, agazapado y que todos están en peligro de ser devorados por él.

 ¿Será que la Cuarta Transformación llegue a cambiar las cosas en materia de energía nuclear? Muchos de los ecologistas que en los años ochenta impulsaron en México el movimiento antinuclear son de la izquierda que hoy llegó al poder. Hoy es tiempo de reivindicar esas exigencias y cerrar la planta o reconvertirla en una central termoeléctrica como se ha propuesto durante años y que sería menos riesgosa para la vida humana y el planeta mismo.

CANAL OFICIAL

Desconcierta el SAT a usuarios

Alerta financiera en aerolíneas