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Las muchas formas de la izquierda

Superiberia

 

La crisis del marxismo en el siglo XX llegó, más tarde o más temprano, pero inexorable, sobre todo después del derrumbe del Muro de Berlín. Hoy en América Latina dominan los regímenes democráticos, o, para ser menos optimistas, regímenes donde existe alguna forma de democracia electoral, pero no hay proyectos revolucionarios en el sentido del siglo XX. Es importante recordar que la izquierda mexicana pasó a la estrategia de lucha electoral sin muchas mediaciones en los años 70. Nada menos que Arnoldo Martínez Verdugo, quien hace unos días recibió merecido homenaje por su visión y trayectoria política, fue uno de los precursores de este camino que ha llevado a la izquierda a compartir el Gobierno (desde el poder Legislativo) y a ejercer el poder en el Gobierno de muchos estados y municipios.

Pero el éxito por la vía electoral conlleva compromisos, ser partido político “puro y radical” significa con frecuencia estar condenado a representar una minoría sin posibilidades de desarrollo. En la teoría la democracia electoral supone una serie de mecanismos para que los ciudadanos decidan sobre el gobierno que quieren, pero en la democracia real hay muchas trampas, a través de las cuales los poderes económicos y los intereses privados penetran las estructuras políticas y alteran el terreno de la competencia. Entonces, sólo a través de la negociación con las fuerzas políticas de todo tipo, las que legítimamente representan al “pueblo” o a las mayorías pobres, tanto como a las élites que disponen de enormes recursos económicos y controlan los medios de comunicación, es posible construir mayorías. Y esas formas de negociación frecuentemente corrompen a la izquierda y la identifican con la derecha.

Quisiera equivocarme, pero creo que esto ha pasado en México, la participación en las elecciones ha dado triunfos a la izquierda electoral, pero ha implicado compromisos y ajustes de la dinámica del partido, al estilo de la política tradicional que se heredaron del PRI durante más de 70 años como partido hegemónico. Después de algunos años de éxito electoral de la izquierda, muchas veces es necesario preguntar ¿para qué han servido los gobiernos y los legisladores de los partidos de izquierda? Hay algunos avances, visibles sobre todo en el Distrito Federal; el PRD y otros partidos afines han defendido causas importantes para esto que hoy podemos llamar izquierda, como una aspiración a la igualdad y la justicia; como los derechos de los indígenas o de las mujeres, pero no se distingue con claridad un estilo diferente de hacer política, ni siquiera en esta ciudad, que se ha convertido en bastión del PRD.

El proyecto político del Movimiento Regeneración Nacional, que ha encabezado Andrés Manuel López Obrador desde 2006, se ubica en esa nueva izquierda no marxista del siglo XXI, promete cambiar este régimen de corrupción, de injusticia, de privilegios, con una revolución cultural y moral de la política. Se pretende lograr que la política sirva como “instrumento de transformación de los ciudadanos participando en asuntos públicos” para lograr un cambio pacífico y democrático. Sus objetivos son incuestionables, el éxito que pueda alcanzar, sobre todo al transformarse en partido político electoral, será la prueba de fuego a la que se someterá el liderazgo de López Obrador. Participar en las elecciones significa ser parte de, sin contaminarse. ¿Será posible?

En el arranque de Morena partido político, sólo queda saludar la iniciativa y contribuir, en la medida de lo posible, a que tenga éxito. Al fin y al cabo, en el mundo actual ya no caben paradigmas únicos ni posiciones ideológicas hegemónicas, por eso hay oportunidad para que se desarrollen muchas formas de la izquierda, desde las que negocian en el ámbito de las instituciones políticas vigentes, como el PRD que participa del Pacto por México, hasta las formas alternativas de participación, como la de los zapatistas.

sgomez@colmex.mx

Investigadora del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México

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